Y La Selva Se Hizo Rancherías De Aborígenes (La
Meseta-Onoto).
(Novela) I Parte.
Novela
escrita en San José de Guanipa
Año: 2013.
ISBN:
If:
Autor: Oscar
Matute Ortiz
Pbro. Oscar Matute Ortiz
Abriendo un
horizonte.
Centellean las
estrellas y cohabitan las elegantes aves que se dispersan por aquellos
terrenales vacios en busca de un reposo
taciturno. No mengua el estribillo arrinconado de un turpial que canta en la
lejanía. Matas gladioladas serpentean las alocadas brisas que se entremeten sin
baquianos aires que se enrumban hacia el Sur.
Luchas y vericuetos ofrece aquella meseta que desde tiempos inmemoriales
habia hecho su núbil residencia. Aquel destino creativo habia tenido por ocio
abrir un horizonte donde germinaran la plantas, las hierbas y colosales
arboles, no dando tregua a los gentiles animales que comenzaron a balbucear
sobre aquellos gélidos terrenos que se convirtieron en sabanales y agrestes
arreboles que se abrillantaban con la
luz del sol. Se habían acercado desde la Orinoquia cientos de antropos
obligados por la aventura incontenible.
Lejanos horizontes habian dejado aquellos chapuletes hombres que habian
pasado por el estrecho de Bering. El pasado no contaba, y se hacían eco de una
raza que cohabitaba con la elegancia de las
verdozales gramíneas que formaban el planchado ajeno de un nuevo
escenario. Alli tan cerca, creando
culturas, creando dialectos, pero tambien haciendo germinar la tierra con
cientos de aborígenes que habian impactado en esta zona. La Meseta comenzaba
desde la Quebrada de Salsipuedes hasta llegar a las herrumbres tierras de Azaca
(Antiguo San Pablo). Alli estaba el estremecido Dunare que adornaba aquella
estepa solitaria. Lejano tiempo tenia tributando aguas hacia una mar malograda.
Colgada va de las nubes que se derraman sobre su cajon unarense. Torbellinos de
aguas se cuelgan sobre sus brazaletes horizontes. Hace vida, hace existencias.
He alli aquel palmario Rio que cruza un sabanal, pero entra en la pingué Meseta
haciendo ecos impávido de un rio que se crece. El anochecer del tiempo no lo
detiene y se empalma con la vida de los aborígenes que van entrando poco a poco
en aquella caverna secuestrada por la naturaleza. Se abre una ventana y por
alli van colgado aquellas legiones de hombres, mujeres y niños, que en una
búsqueda de aposento, habian encontrado un hábitat. Desde el año 200 despues de
Cristo aquella soleadas, montañas, bosques, sabanetas , habian pernoctado una
especie que era muy diferente a cualquier vivo que habia transitado aquellos
verdolagales cimientos que la naturaleza pueda dar. Flácidos eran los momentos.
Atrevido los aletargados animales que fueron superando la escoria de una
naturaleza furiosa. No habia panacea para nadie, ni flora, ni fauna estaban en
total tranquilidad. Las aguas gestoriaban
aquel místico silencio ante el avestruz, la guacharaca, la pantera, el
león, el tigre y pare usted de contar cuanto animal salvaje se encubría en
aquellos pantanales montes que se hacían
oscuro por lo tupido y abrazado que se presentaban el uno con el otro. La
celada del sol abría solapas escondidas en aquellos tupidos montes, cuando el
verano llegaba se comenzaba a deteriorar aquella cimarronera
vetusta y tapiada selva que se hacía impenetrable cuando los invierno
alcanzaban sus elegancia lluvias sin tregua, día y noche el relámpago cocía
aquellos senderos con flases de luces y estallidos de truenos huracanados sobre
aquella salvaje estepas de miles de colores aterciopelados como los arcoíris.
En aquel silencio se escuchaba el chirigoteó de los pájaros, el latido de león,
el aullar de los perros de aguas selváticos
cazando presas descuidadas, el arrendajo glosando cantos rítmicos al
compas de un anochecer, pero tambien al compas de un amanecer, las guacharacas
sembradnos impávidos ruidos que se iban alejando hasta que el amanecer se hacía
brillante con las ráfagas solares que se hacían fuerte cuando la tierra
levantaba sus ariscos movimientos. Alli va el día y los animales comienzan a
salir de cuevas, ratones, tortugas, morrocoyes, culebras, mato de aguas,
sabandijas alineadas en correlones sin tregua, colibríes brincoteando flores,
abejas aguijoneado cuanta flor se encontrara entre montañas, selvas, bosque y sabanales. He alli el vocerío de cuantos
animales tenia aquella Meseta balbuciente por la floreada fauna y la anidada
flora que latía en aquellos terrenos. Estaba surcado por grandes verdolagales,
matas de cujíes negros, blancos, Guatacaro, pardillo, ceiba, pira, tucána,
tártago, bejuquillos, matapalo, pardillo, aceituna, cundiamor, fregosa, pasote,
hierbas malas, hierbas buenas, tártago, lechocero, cartan, guamacho, cardones,
tua, tuatúa, sebucán , cedro, y cuanta matas y hierbas creo el Creador .Habia
toda una germinación permanente que ahogaba los poros de la tierra, no habia
lugar ya, para que aquellas solapadas semillas pudieran brotar en aquel
semental que cada día se hacia se hacía mas estrecho. Alli estaba la perennidad
del tiempo y la lejanía de los orígenes. Una mareada situacion se presentaba
con aquel dinámico movimiento de la flora. No se diga de la fauna cuando
alborotado animales pertrechaban el escenario de mucho movimiento, movimiento
iracundo de unos animales que se habian vueltos incontrolables porque no habia
una mente que los controlara.
La Iracundia
de Un Rio.
Una culebra de
agua se habia comenzado a formar cuando las tempestades terráquea habian
sufrido el látigo de terremotos y la mar se habia salpicado terrenos adentro.
Todo habia comenzado cuando la
naturaleza se comienza a equilibrar o va buscando el equilibrio. Aquella
soledad estaba tapizada por las olas del Mar. Habia irrumpido de manera
cismática y habia abierto un canjilón de agua. Una tierra que se habia
comenzado a compactar buscaba la formas de aperturar una corriente de agua en
esta zona. Una fuente habia creado la misma naturaleza. A través de aquellas fuentes se habian
extendido otras fuentes que han descargado a través del tiempo millares de
litros de aguas. Aquellas fuentes recogen aguas de sabanales de alturas, de
selvas, de montes intrincados como los que dieron en etapas de miles de aguas.
Hacer que el Gran Rio que despues se convirtió en el Rio Dunare y paso a ser
Unare, eso no nacio de un día para otro, ya se sabe cuál fue su origen. Tal vez
en un principio no nacía en las praderas de Pariaguan. Nacía cerca de Zaraza,
pero los vericuetos de la naturaleza lo fueron alargando, porque la naturaleza
tiene sus propios procederes y sus propios movimientos que cada día va
fraguando. Para ella nada es eterno, ella va con lo que dice Heráclito, que
todo es movimiento, y nada es eterno.” Nadie se puede bañar dos veces en el mismo río, pues cuando
nos bañamos por segunda vez, ni nosotros ni el río somos los mismos.” Asi va
pasando todo en la existencia, en la vida, y precisamente el Rio Unare, fue lo
que fue en miles de años anteriormente. Es evidente que antes, el galopar de
agua era mas intenso. Antes de la venida de los palenques a estas tierras, era
más elocuente, los arrastres de aguas eran más intensos y revoltosos. Era la
pura selva salvaje correteada por animales salvajes, y selvas y morichales y
matas salvajes. Eran selvas brutas y crudas. Alli bajaban muchos animales
salvajes como el tigre, el león, la danta, culebras de alto alcance, caimanes,
tortugas, boas, pirañas. Eran un rio que se guarecía en la placidez del tiempo,
un rio que en tiempo de verano permanecía media caja. Los inviernos se hacían
prolongados, los veranos se hacían cortos y de pocas densidad en el calor,
aquellos bosques frondosos cubrían el cajon del rio, porque el ser humano
todavia no habia explorado este siniestro copo de agua que se correteaba por
aquellas inhóspitas selvas, pajonales, montes y “matas” que cubrían estos
escenarios alrededor del rio Unare. El saltar de animales se observaba en
aquellas aguas que corrían muy alborotadas en tiempo de invierno. Alli se
esparcía cuantos palos, basura, hojas y hasta animales que morían por las
crecientes iracundas que se atrincheraban en aquellos mugrientos terrenos que
se expedían a lo largo y ancho de aquel
vetusto rio de las mil arengas. Alli se
recogían por medio de quebradas, afluentes y riachuelos el basural
destemplado que se le entregaba a
aquel cajon que estaba plantado alli donde el sol disparaba sus rayos
cuando le tocaba aruñar aquellas aguas con sus rayos destemplados. El hervidero
de moscas verdes, de mosquitos, de tábanos de plagas insoportables, las
aguerridas chicharras que lanzaban aquellos bullicioso gritos, las miles de
ranas, sapos, que se la pasaban en un laberinto de voces al compa de un
troquelado momento. Aquellos animales estampaban miles de gritos alrededor de
aquel iracundo rio, porque en sus huestes llevaba millones de litros de aguas.
Un compas se habia abierto, no era la única vez que el griterio de la
naturaleza estaba en esa pose. Miles de años tenía este rio formando jolgorios. No era novedad, no
habia clandestinidad. Era el aventajado rubor de un rio que formaba un
paradigma estelar en todo momento. Las vegetaciones cada día se reverdecían y
atónitas, antes aquellos vapuleados aguaceros se presentaban como sorna y
elocuencia. El tigre mariposo se iba gateando sobre la orillas de aquel
tributado dios, el tenia algo, que sustenta todo ser vivo. Tenía el agua, y el
agua es vida. Si hubiese sido, un cajon sin agua, hubiese sido un cajon de
muerte. He alli el detalle de ese rio iracundo. Ante aquel vasallaje de agua y
tormentosa corriente, no habia seres que pudieran doblegarlo. Es la ensenada de
un agua que se dispara y se moviliza sin contemplación de nadie, su escatología
es entregarse en los brazos amplios del mar Caribe. Una caída maltrecha, pero
es el desahogo que tiene para no inundar tantos espacios; aunque en algunas
remetida lo hacía, cuando se elevaba a montañas adentros, o cuando en su paso
estaban algunos ríos que le detenían la corriente, como era Quebrada Honda, La
Madrevieja, El Corozo, Guere, El Guaribe y cientos de quebradas que se salían
de sus escenarios para desembocar y asi
desahogar sus trémulas aguas recogidas
en aquellos pantanales y someras selvas e intrincadas de árboles frondosos y
bosque tupidos der matas y hierbas atosigas por las verdes praderas que se
consustanciaban con los pantanales de aguas risueñas caídas de aquellos cielos
túrbido de aguas claras y penetrados por
la insolencias del tiempo y la existencia sideral. Anegadas de aguas se encontraban muchas áreas, pero
aquellas áreas no eran habitadas todavia por el antropos. El antrpos vendria
despues con el tiempo. Todo tiene su tiempo y todo tiene su hora. Un reto tiene
este iracundo Rio que cada día agiganta sus fauces y hace rechinar las bocas de
cuantos peces anidan en sus turbulentas aguas, Alli frenéticos peces se comen
los unos con los otros y muchos de ellos son desplegados hasta las fauces del Mar
Caribe donde son presas de otros peces con sabor a lo salado. Es un entronque
de lo dulce con lo salado. Tal vez mueran por no saber estar en lo salado y
aquel sabor dulce que más de una vez hicieron vibrar su vida, ya no lo encuentren
en aquel desplegado vado de agua salada.
El Mofeteo del iracundo rio va sembrado una vida que sus elocuentes aguas dan
tributo tambien a la destrucción. Por eso las cosas en abundancia pueden ser muerte. La muerte es el silencio
del agua y de la biología, por eso un rio demasiado atado con agua puede ser la antivida, y sin agua
tambien la antivida. Por eso al granarse en estos pabellones de tierras se yergue como una estocada de briosos estímulos. El
ocaso no muere y se perpetua en aquel acallantado topete de agua que se pavonea
sobre las simientes tierras de la Meseta. Mesa alli originada por los pliegues
de las tierras, del fuego, del aire, del agua. Nunca sería posible hablar de
ella si estos cuatro elementos no estuvieran
presentes desde un inicio. El somero tiempo de la eternidad pudo batallar los
cinturones y elevados tapices que cubrieron aquella dilatada Mesa partida por
el espesor de un Rio que batanea sus espectro escenario. Es un nido de agua, es
un nido de peces, y de animales que se cuelan en aquel gran colador que hace
florear las aguas para llevarlas a puerto seguro como es el Mar Caribe. Alli
esta latente aquel rio, que se cimarronea con las turbulentas aguas, pero
tambien, con las aguas que lentamente se desplazan cuando estas han pisado la flaqueza
de los cúmulos. Alli se puede notar un rio tranquilo, que todos los animales de
lejanos horizonte pueden bajar a
calmar las tormentas de su sed. Te baja
el tigre, el chiguire, el acure, la lapa, el león, los morrocoyes, los sapos,
las culebras. Se filtran en aquellas pajas gramíneas que han adornado las
orillas del rio. Alli el rio con un sol que estalla sobre aquellos brocales contubernios que se alojan en la orilla, he alli aquellos
horizontes que se observan en toda la dimensión del rio desde donde comienzan
hasta donde desemboca, he alli aquellos platanillales que se arrostran sobre
las palmarias solapas del rio. He alli aquellas lumbres de aguas que se van
resoplando a lo largo y ancho de aquel manantial del rio acogido por aquella
Meseta que le hace el señorío atribulado por los años y la tempestad del
tiempo. Alli tendido y balbuciente va cuajando muchas vidas, que hasta ahora ha
sido y es vida. Su aventura no termina, y va granjeando los dias, los meses,
los años, los lustros y los centenares de años que le queda por vitalizar
vidas. La noción del tiempo no mengua
sus atribulados dones que le ha brindado a una meseta, pero tambien una
humanidad que se ha colocado con el tiempo en este dimensional territorio. He
alli desde que los palenques fueron habitando poco a poco las orillas de aquel
arsenal de agua que se convirtió para ellos, el alborozado arsenal de vida. Rio
que no muere, rio que se hace elenco de vidas de peces, de pájaros, de
anfibios, de batracios, de bípedos, pero tambien de antrpos que fueron
plasmando su vida alrededor de Él. Los
dias van cayendo silenciosos, los dias van abrumando lo seres vivos, pero su
cajon de agua se hace indeterminable a pesar de los azarosos tiempos que pueden
ir viniendo.
Los Dioses
que Determinan la Naturaleza.
Antes que naciera aquella solapa
terráquea, ya existía aquella luminaria que resplandecía en aquel infinito
firmamento trebolado por los astros, las estrellas y planetas. Se acerca el bing bang y hace una
operación energética que va formando
planetas poco a poco en millones de años luz. No se detiene la operación por la
chispa de la inteligencia de un Creador esta haciendo su trabajo interminable.
Sibilino es el tiempo, pero aguerrido son los espacios de aquellas pelotas que
se van formalizando en el espacio sideral. Se dispara la locomoción, se pone en
movimiento todo un contorno de sincronizaciones que van dando como resultado
una galaxia que va cubriendo los espacios vacios de aquel infinito sin
palabras, sin voces, sin seres, sin animales, sin plantas, sin especie, sin
aire. Es un soterrado silencio que esgrime el impávido miedo para quien fuera
un ser animal, o tal vez un ser vegetal. Se van
formando seres, porque hay dioses que se conjugan y se juntas para dar
como resultado la vida. He alli el dios sol, he alli el dios agua, he alli dios
aire, he alli el dios tierra. Ya hay un apareamiento que va sincronizando
vidas. Se van jaloneando con el devenir del tiempo como lo dijera Heráclito. Se
forma aquella pelota, pero aquella pelota va creando los elementos necesarios
para hacer brotar la vida. Hay un sol,
hay una luna, hay oxigeno, hay hidrogeno. Ellos se ligan, se aderezan y van
resultando especies que luego van resultando vidas en aquel formalizado planeta
que llamamos tierras. Vienen las especies vegetales, vienen las especies
animales y del animal surge el hombre. Es el ántropos erectus que se hace un bípedo correteando por los
lares de África, de Asia y se despliega por todos los escenarios terráqueos.
Se
cuela el antropos por una ventana que ha abierto la propia naturaleza. Ella es
asi, tan dinámica como la misma energía que no tiene parangón. Miles de años
antes de que Jesús llegara al planeta tierra, ya se habia concebido una raza
que habia llegado por el estrecho de Bering. Fue el estrecho de la aventura
humana. Caminar por instinto no fue la
terquedad de aquella raza que sintonizo
con los animales y las plantas de aquel enervado espacio que se presento
en un tiempo que la misma naturaleza sincronizo con Siberia y ALASKA. Ella
permitió y quiso que los homos
erectus transitaran hacia un territorio de lo desconocido. Hubo
motivaciones especiales. Caminar y adentrarse en aquellos inhóspitos suelos
fríos plagados de fieras, plagas, de una
naturaleza virgen ante la mirada y el palmoteo del antropos, no era imaginable.
Vegetar por aquellas inconcebibles montañas, montes, arreboles y tantas zonas
quebradizas por la misma naturaleza, era un riesgo, pero bienvenido el riesgo
que tributa la valentía. Aquel desplazamiento se hizo lento e instintivo. Habia
toda una mescla de miedo con valentía, aquellos cuerpos, aquellas mentes que
todavia estaban en una situacion de precariedad, iban avanzando en el caminar
de los dias y de los años. La humanidad ha ido en un proceso de evolución y la
evolución en la especie es indetenible. Alli va poco a poco con los años y los
siglos creciendo en conductas, pensamientos, procederes. Alli con los 5
sentidos va ahondado la mirada, va absolviendo olores, va gustando de muchas
especies animales, pero tambien de especie vegetales. Alli con sus manos y pies
va correteando miles de kilómetros, va por terrenos altos, bajos, fríos,
calientes, templado sami fríos, semicalientes, va tomando rumbos, retrocede, se
inclina, medita, avanza, retrocede, se decide, vuelve a retroceder, vuelve
avanzar, entra la inquietud, no se detiene, amanece, oscurece, come, caga, mea,
pare, siembra, silba, grita, llora, se intranquiliza,
caza, monea palos, quema monte, rebuzna, salta, muere. Se vuelve a levantar,
guiñe, es ocioso, descansa, fabrica canoas, se enrumba por montes insólitos
claros, oscuros, penumbrosos, avasalladores, llenos de serpientes, de
arácnidos, culebras gigantes, mato de aguas, tigres, leones, dantas. Alli va
con aquellos tajos, con aquellos avances que no son colosales, pero alli van.
Un amanecer les da para ponerse en movimiento, un anochecer las siembras de
sueño en un chinchorro, pero tambien en la altura de una mata, alli
entrecruzado con las ramas, echan sus
sueños. Pasan su rato de silencio con una flecha terciada a la espalda. Se
bajan de nuevo, toman rumbo, van en búsqueda de una presa, corren veloces sobre
ella, la gritan, la agarran o la flechan, pero alli van en la trémula noche del
olvido, para un luego amanecer. Vuelven de nuevo a la faena dejada atrás, no
hay descanso, la vida le ha impuesto un ritmo, y la naturaleza esta en
movimiento. Los bruscos vientos sacuden aquellos arreboles donde hay
rancherías, alli en las rancherías hay grandes movimientos, los movimiento de
aquellos hombres, mujeres, niños y muchachos desnudos semidesnudos, van
comiendo alagunas cosas especiales para la gastronomía. Se presentan riñas hay
gritos, hay dolores, hay furias, hay rabias, hay venganzas, hay tormentos, de
repente agarran un palo, un piedra, se enfurecen, entran en batalla, hay una algarabía,
hay sangre, hay mierda, hay excremento, hay sacudidas, patadas,
estrangulamiento, hay griterías. Se tuerce la mañana, o se tuerce la tarde,
pero hay un silencio sepulcral sobre aquel escenario preñado de insultos,
preñado de balbucientes palabras, hay quienes forman su grupo aparte, para
hablar sobre el delicado momento, asi van avanzado aquellos hombres y mujeres
que se van internando en aquella Amazonia de los miles de detalles ecológicos.
El travieso tiempo los va cuadrando ante aquella naturaleza inhóspita,
aguerrida, selvática, silenciosa, abrumadora, sepulcral, el aguerrido griterío
de los pájaros, el zumbido de las plagas enorme cuadriculadas, tábanos
aguerridos, fieras fastidiadas por galopes de animales que los atacan,
microbios bien formado por esa naturaleza de antaño, aguas que destilan por
serranías y grandes serranías que van abriendo estrepitosas caídas de aguas de
aquellos acantilados y reservorios de aguas que a la ciada de lluvias
estruendosas van salpicando sabanales, aquellos cielos nublados de sempiternas
nubes que se ponen como indecorosa brisas salpicadas sobre aquellos escenarios
vulgarizados por la misma naturaleza . Galopa el tigre, galopa el león, la
danta, y cuanto animal se escenifica sobre aquella faz terrestre. Se atornilla
aquella naturaleza con los movimientos de cada animal. Es la naturaleza en
movimiento. Hay toda una termodinámica funcionando en aquel escenario. No se
detiene y es palpitante mientras existan los seres vivos, exista el sol, el agua,
el aire, Alli va andando aquella raza que algún día cruzo estos galopantes
escenarios y se esta acercando a la Orinoquia, cientos de años le valieron en
entrar y salir, retroceder, avanzar, hacer sus incursiones e ir adelantando
escenarios hasta formalizar en cada escenario un rancherío. Llegaron a la
Orinoquia poco a poco. Porque poco era como esta raza iba avanzando hasta
cubrir rancherías a lo largo de aquellas aguasales salvajes que se estrechaban
los unos los otros, aquellas selvas, aquellos sabanales, aquellos esteros,
aquellas serranías que salían de vez en cuando al tropezar la mirada del
horizonte. Todo se iba consustanciando con el ajetreo, los pies y las manos de
aquellos aguerridos humanos, que iban venciendo los obstáculos que la misma
naturaleza les proveía. Eran hombres y
mujeres que los dioses no les abandonaban, alli estaban cercado del dios
agua, del dios aire, del dios sol que le daba el calor el fuego, por supuesto
que la diosa tierra no los desamparaba, pero la misma que los habia parido,
perro era la misma que los tragaba, y los desarticula de los movimientos
biológico y de la termodinámica del funcionamiento humano.
De la Orinoquia al Pao y del Pao al Gran Rio.
Una vez
que las rancherías habian cultivado los escenarios de aquel ampuloso Rio hasta convertirse en hombres del
agua, estos recibirían el nombre de waraos. Ese hombre Warao tomaría el nombre
del medio, del dios agua, de una consustanciación por sus habilidades náuticas,
o sus habilidades del nado en aquellas grandes curiaras o canoas que se le
hacían fácil al tomar grandes palos y hacer de esos palos unas grandes canoas o
barcas para trasladarse por el agua de un lugar a otro. Los ríos eran sus
nuevos caminos, los ríos eran sus guías y sus orientaciones para llegar de un
sitio a otro. El instinto no se perdía con estas orientaciones. Se bajaban por
la corriente, remontaban contra la corriente, sufriendo mas cuando iban contra
las corrientes de los ríos, cuando los ríos eran de brusca corriente que podían
arremolinar las aguas. Sin embrago, las cosas dependen de la practica y los
indios se habian acostumbrado a estas faenas, que ya era un modo de agua en
aquellos escenarios de aguas que se revolcaban en aquellos cajones de agua
dinamizadas por los grandes aguaceros que le caían de pecho a estos cajones.
Alli en esos cajones de agua deliraban todo tipo de peces, saltaban en aquellos
tinglados de aguas. No se diga de aquellos grandes caimanes monstruosos, sacando
sus emblemáticas bocas para atenazar
cualquier especie que le fuera apetecible para su gastronomía. Alli iba tambien
las babas, los tiburones, los tembladores haciendo sus descargas contra
cualquier animal que intentara cruzar sus fronteras .Allí garzas blancas,
garzas rosadas, animales sobrevolando aquella
empacada agua deslizándose por aquel anaquel de tierras duras. He alli el
hombre warao observando aquella naturaleza inhóspita. Se decía para sus
adentro: --- ¿Podre vencer o no vencer estas severas aguas que han hecho de
estas tierras un acantilado de aguas?-----El tiempo lo iba a decir, y de ello
no habia la menor duda, pasaron centenares y lustros de años en que la
costumbre hizo la ley, y ya los waraos con el tiempo tenian su dominio. Tierras
de circulares rocíos, de panorámicas agua, de verdes praderas remontando
serranías, plazoletas, pero tambien hincando su vida sobre alta selva que no
dejaban respirar a nadie. El broquelo de los animales consustanciaban una
escena digna de colorido, ante una faz que cada día se veía cautivada por los
seres vivos. Siempre habia existido el ánimo en aquella raza indómita que se
sometía a los vaivenes de los escenarios ecológicos, muy puros para aquellos
tiempos. El día tria una nueva hazaña, los dias no eran rutina, de alguna
maneras habia una novedad en aquel palaciego suelo de las miles de aventuras
ejercidas por animales y tambien seres humanos. Era una selva y unos sitios que
se iban humanizando con la presencia de aquellos antropos que habia cruzado la
Amazonia para aterrizar en aquellas longevas tierras de la Orinoquia. Alli iba
creciendo una nueva situación, las tierras para aquellos incognitos seres iba
levantando vivencias y hábitat que perennizarían las lúgubres aguas de aquel
territorio extensos en marcar la pauta de múltiples peces que cada día se
introducían en aquellas tierras de ancha y crucial vivencia. Allá en el Pao
existía un escenario virulento por la cantidad de animales palaciegos que cada día
se iban multiplicando, cuando el espacioso territorio que los observaba con el tiempo,
fuera nutrido por la vertiente inteligente de aquellos seres vivos que comenzaban
a desplazarse por otros senderos, tenian como guía los ríos, alli en el Orinoco
desaguaba el Pao, y este iba a ser su
guía hasta introducirse tierra adentro por los senderos de la zona Norte hasta
penetrar en tierras desconocida. El Epígrafe de la vida es asi, corto, pero
buscando la veteranía de ser nómadas. El aterciopelado cielo les daba la
garantía de irse colocando en aquellos terraplenes de tierras, pero tambien era
la intuición de ir hacia adelante hasta adentrase en tierras inhóspita por la
misma curiosidad del ser humano. Alli van ciertos indios que retoman aquellos
parajes, alli van Pao, Wuayo, Cuato, Raigo, Aguato, Anato, ruano, Suvato,
Otaca, Guasicama, Otoñaos. Guareto, Guacho y Bauco. Habian sido herederos de
todos aquellos aborígenes que se habian interconectado cono la Amazonia y la
Orinoquia. Esto habia marcado toda una ruta que con el tiempo seria el transito
y la levadura de una raza que se iba haciendo fuerte por su hábitat, por sus
costumbres que ya eran fuerte en aquel invernadero espacio, Aquel escenario se
iba embridando por los impulsos naturales de una raza que comenzaba a impulsar
otro escenario muy diferente a las floras o la faunas. El toleteo de la vida
surcaba un horizonte rayado por la inteligencia, la sabiduria tal vez no muy
profunda, pero si por encima de la conducta de un león, un mono, o tal vez un
tigre. Los aborígenes jugaban otras cartas ante un silencio de millones de años
de una selva inhóspita y secular que se hacía aletargado por el tiempo y los
cimarrones animales que vegetaban en todo aquel escenario que cada día se
perfilaba en una batalla por permanecer y ser en aquellos paraje ante una raza
que cada día se afirmaba e iba creando condiciones antropológicas para saber
equilibrase ante e ante la fauna y la flora. Alli estaba el gran reto de aquel
revelador momento que iba aflorando unas condiciones para vivir, pero tambien
para protegerse. No era una vida confusa
y agitada por los vaivenes de la existencia. Es la vida misma que se va
dinamizando en aquel escenario que no de otra, sino ir mutilando senderos y
abriendo espacios. Ante la presencia del antropos, es verdad que la selva va tomando
un ritmo diferente. Ya la selva, las espesuras, los sabanales, las alturas, los
picachos de monte, aquellas alturas insólitas y hasta misteriosas han sido
prorrumpidas por la mirada del hombre, y en este caso particular por la
presencia del hombre venido de Asia. Poco a poco le van dando larga y se van
metiendo por las espesuras y aquellos sabanales que cubren al Rio Pao. El genio
de aquellos hombres va surtiendo un efecto elemental en aquel escenario
cubierto de muchas matas, arboles espinales, mayales, cardones, ceibas, pata de
ratón, de pardillos, guatacaros, almendrón,
jabillos, cartanes, muchas gramíneas en algunos espacios abierto. Alli donde
hay una celada vacía de matas y arboles los aborígenes comienzan a sembrar de
rancherías aquellos tumultuosos montes y
hasta redobladas arboledas, que con el calor de la naturaleza se habian hechos
intricadas de muchos árboles tupidos. Los dias, los meses los años, los lustros
van cultivando el ánimo en aquellos pingues hombres del desnudo, de la flecha,
de la macana, de la piedra, del palo, de la hierba, de la caza, de la pesca, de
la siembra, de la canoa, de la cerámica, del sueño, del despertar, de la cría,
de la búsqueda y del futuro hacia una nueva eventualidad. Hay todo un concierto
de eventos que van a trajinar en el futuro aquellos allegados que van haciendo
camino en el galopar del tiempo. Por supuesto que las costumbres no las cambian
de un día para otro, sin embargo, en ese portatalismo que tienen se inclina la balanza para ir combinando
situaciones, porque la proxemia del ambiente le va brindando otros valores y
otros tipos de hábitat. Der alguna manera los escenarios hacen a los hombres, y
en esto los Waraos, guaraunos, que son los mismos caribes van haciendo
destellar visiones distintas en aquellos escenarios selváticos. Llegan al sitio
a un sitio que no tiene nombre, pero ellos le ponen nombre, el nombre del Pao.
Bautizan aquel afluente con el nombre de un gran indígena que se habia debatido
en esta área desde hacía algunos años, cuando otros se habian empezado a
adelantar en aquella pantagruélica y rocambolesca selva de millares de kilómetros que no había
sido tocada por ningún pie del antropos. Era
la novedad de un escenario que
acribillaba toda situacion nueva. Adaptarse no era una cosa fácil. Los
aborígenes entraban y volvían de alguna ranchería fija, para luego ir
adaptándose poco a poco al ir sembrando de rancherías aquellos parajes que
estaban alli a la orilla del rio Pao. Un rio que desemboca en las riberas del
Orinoco. Un rio que llevara el nombre por la cantidad de carey, y de terecayas que se daban en aquel acantilado de aguas,
pero el indio más bravo de aquella zona habia tomado el nombre de estos seres
acuáticos, pero tambien terrestres. Ese río y su desembocadura le ayudo de
alguna manera a penetrar rio arriba a estos aborígenes hasta insertarse en
aquella montaña impávida por vegetaciones y carrizales muy tupidos. Despues que habian preconizado aquellas
entradas, casi todos los dias iban agarrando anchura y vivencia en aquel
escenario inhóspito de selvas tan llenas de arboles de unas alturas inmensas,
el ruar de las ranas, de los sapos en muchos acantilados formaban un
sinfónica de laberintos en aquella siniestra montañas. Alli el grito del aborigen
que cada día se tornaba duro en su avanzada y en su vivencia mantenia una
lealtad con la zona. La zona les iba creando un hábitat que luego en cientos de
años formarían toda una comarca agrestes y de pormenores sobrios. Indios
Arawacaos, Caribes iban dejando huellas de sus caminatas, de sus hijos que
obtendrían despues de un encuentro sexual con sus hembras. Sus huellas han
permanecido durante todo un tiempo. Sus huellas permitían adentrarse hasta los
copos de aquellos carrizales. Llegaron hasta las Bocas de aquel Rio y luego
alli formalizaron unas rancherías que permitía central una base para luego
desde alli bucera otras zonas y asi permitir avanzar y explorar otras zonas que
los llevaría hasta el Mar Caribes. Tamaña hazaña se formaría en la mente de
aquellos hombre y mujeres que su vida era la nomadia. No tenian parajes fijos,
la inquietud, lo asombroso siempre lo tenian en mente, y los avances de espacios era un rutina en su mentalidad.
Por ello era muy difícil que se quedaran en un solo paraje. Cuando se
establecieron en aquel paraje que hoy se denomina Boca del Pao fueron avanzando
hacia la parte Noreste hasta llegar a lo que es hoy Pariaguan, rancherías que
estaban sujetas a todas la rancherías que se habian forjado alli lo que
era y sigue siendo la zona de las Bocas
del Pao. Alli tremolo la vida de aquellos salvajes que ser habian ido
formalizando con su hábitat y costumbres, aunque sus costumbres las traían
raída desde tiempos inmemoriales. La porfía del tiempo, la entrega cotidiana
iba amasando en ellos un tipo de cultura y tambien un tipo de idiosincrasia que
se consustanciaba con todo el ámbito, el
ecosistema, se creaba asi una relación de proxemia. Todo un conjunto, todo un
hábitat, pero un hábitat que se podía convertir en una ensenada portátil,
porque ello no determinaba lugares, sino que los lugares lo determinaban a
ellos. Alli en el Pao se cuadraron con aquellas llanuras, pero tambien se
cuadraron con los arreboles de la selva y los acantilados de aguas que surcaban
aquellas tupidas y serenas selvas tupidas por grandes árboles, pero tambien
arboles de bajas estaturas. Alli en
aquel paraje colocaron una ranchería de veinte bohíos, en cada bohío habian por
lo menos 5 personas. Esto permitió en un primer momento mantener una solidez de
hábitat, que con el tiempo y el parir de algunas mujeres, se iban integrados
otros seres en aquel determinado
escenario. Los dias pasaban
impávidamente, la luna cumplía sus momentos de estaciones y los aborígenes le
guardaban su culto. Sol en el día y luna de noche en algunos dias de menguante.
Alli atisbaban escenario de culto y de adoración a aquellos astros que solo son
las huellas de Dios verdadero. Aquí en el
Pao construyeron una vida. Se fueron adiestrando a los quehaceres cotidianos,
la pesca, la caza, la siembra de yuca, batata, plátano, maíz, ají, frijoles,
caraotas y algunas hierbas muy conocidas en su hábitat. Esperaban que los meses
de abril, mayo, junio, julio, agosto y septiembre les sirviera de plataforma
para la siembra. La fisiocracia un gran elemento determinante en su vida, si
llueve se siembra, si no llueve no habrá nada. Cuando habia momentos o dias que
no lloviera era un mal augurio para aquellas tierras. A veces caían chubascos
repentinos y aquello despertaba movimiento y algunos animales que estaban
solapados en cuevas o sitios recónditos, lo que permitía que aquellos
aborígenes le pusieran las manos sobre lustrosos cuerpos: cachicamos,
morrocoyes, terecayas, iguanas, rabipelados, monos, araguatos que se ponían en
movimiento. El tigre se ponía a la defensiva, las dantas, los leones. De alguna
manera el aborigen iba dominando aquellos insólitos animales que se creían
reyes de la selva. Los aborígenes no mermaban sus estrategias para poder
sostener las razias de fuerza que tenian aquello animales indómitos y salvajes
que la selva les imponían. Eso, si, eran muy cautelosos para liquidarlos, sin
embargo, a pesar de cautela, muchos aborígenes murieron bajos las garras de
aquellos erguidos animales que presentaban un carnibalidad con sus horrendos
colmillos que asustaban a cualquier ser humano, cuando no tenía a su mano una
fiel defensa. Su boca, sus colmillos y la destreza que tenian en su patas y en
su boca era un gran peligro para el hombre que habia tenido la dicha de
ajetrear aquel indómito escenario de lo desconocido, pero que ellos, los
aborígenes se iban imponiendo poco a poco sobre aquella vetusta selva. La
historia iba diciendo si aguantaban o no aguantaban, la lucha era cotidiana. El
acecho esta alli mismo en sus propios escenarios. Cada ser humano estaba en el
acecho de una naturaleza vertida de luchas intestinas entre animales y
vegetales, ahora venia una tercera especie: El hombre. El hombre que no habia
nacido con aquellos ramales de arboles, ni con aquellos animales, ni tampoco
con aquellos ríos, riachuelos, ni menos con aquellos hábitat que estaban
sembrando en aquellos sabanales ni la incógnita
selva fierosa. Alli tenia que luchar con el microbio, con las especie
mosquitos, tábanos, garrapatas, niguas, avispas, abejas, moscas, moscas verdes,
gusanos, gusanos de matas, palos, gusanos peludos, gusanos que tienen espinan y
cuando tocan a alguien provocan piquiña y alergia en el cuerpos. Con todo estos
seres tenian que luchar cotidianamente los aborígenes., No eran cosas por
tiempos si no todos los dias. Luchando en ese galopar estos aborígenes con los
hombres mas secuaces y mas indómitos fueron desplazándose hacia la parte Norte,
fueron rumbo a lo que con el tiempo se llamaria El Rio Dunare. Para llegar alli
tuvieron que enfrentar aquella área que ce alguna manera tenia sus partes
planas, y llenas de mucha gramíneas, y muchos sitios que no eran arropados por
la selva silvestre, sin embargo cuando comenzaron a abrazar aquel territorio
fueron encontrándose una tupidos bosques llenos de cuantos bejucos, pardillos,
robles, guatacaros, guamaches, cocales, palmeras habia en aquel escenario. Era
menuda cada especie vegetal, no se diga de los
animales silvestres que bullian en aquel huidizo terreno. Alli estaban y
alli tenian millones de años produciéndose y viviendo la intemperie del tiempo,
lo mismo se puede decir de aquellas vegetaciones que se iban perpetuando a
través del tiempo. De alguna manera los aborígenes fueron trepando terrenos
hasta formar sus palenques alrededor de lo que sería con el tiempo el Rio
Duanare, su nombre un legado del Cacique Dunare, quien se convirtió en un
legendario guerrero de aquella selvática montaña que cubrían toda una
eventualidad y un concierto de admiración por sus elocuentes vegetaciones
silvestres y su ambulantes animales que se paseaban por aquellos altercado
terrenos. En cada escenario que fueran habitando aquellos indigentes hombres de
la selva tenian que bregar con los
escenarios de la flora y tambien de la fauna. Era una dinámica del ecosistema
que estaba alli presente. El hombre sin el ecosistema no puede vivir. Su
existencia se debe a Él, y en él es como se moviliza y se sostiene. Imaginarse
una tierra sin ecosistema es como imaginarse
al planeta Marte, que no tiene ninguna flora, ni tampoco ninguna fauna. Por
eso, las proxemia es un modo de la vida
de los seres vivos interconectados. Sin embargo, es factible que las plantas y
los animales puedan vivir sin la
existencia del ser humano, porque de alguna manera cuando el ser humano
es avanzado en su mente, la naturaleza comienza a ser destruida por esa mente
humana. Cuantos escenarios en la tierra no han sido destruidos cuando el hombre los usa con malos propósitos. Por eso en ese
rincón del Gran Rio se iba levantando una generación de aborígenes que luego
por su forma de ir fabricando sus chozas, sus bohíos se le denomino palenques.
Todos los laterales de aquel gran Rio hasta llegar a la desembocadura del Guere
fueron de palenques. Alli en aquellos parajes habian niños, jóvenes, adultos,
mujeres y hombres. En aquellos parajes vivían, morían y se multiplicaban. Alli
en aquellos parajes cazaban, pescaban, sembraban la yuca, el maíz, la batata,
los frijoles las caraotas, el ají, el plátano, la guayaba, la guanábana y una cantidad de hierbas
propicias para curar muchas enfermedades. Alli en aquellos parajes los palenque
sufrieron, les daba enfermedades, pero tambien tenian el sistema de enterraban los muertos en tianajitas, fabricadas de tierra
cocida, como las muchas que se encontraron en el siglo XX en los parajes de
Mamon Raíz, Granadillo, la Bernaera, La Culebra, San Antonio, La Lagunas, San
Rafael de Unare y El Batey. Alli los aborígenes habian aprendido otro lenguaje
que la misma naturaleza les imponía.
Alli aprendieron a defenderse de fierras bravías como el león, el tigre, la
danta el caimán la culebra de agua, las
serpientes venenosas, la araña mona, el jaguar, la danta, la baba, los perros
de aguas y una cantidad de animales que con el tiempo fueron desapareciendo por
alguna peste o porque el mismo aborigen
las fue liquidando poco a poco. Con su presencia se estaba generando un
contubernio de cosas. Una selva bajo los pies del hombre va recibiendo otra
nomenclatura. Se va convirtiendo en una selva humanizada aunque los aborígenes
no tuvieron muchos adelantos mentales, pero su presencia que era muy diferentes
a los animales y los vegetales era otro escenarios violentado por otras
significaciones que no tenian ante del llegar el antropos. Hay una nueva visión
hay una nueva eventualidad.
Y la
Meseta se Hizo Ranchería.
Jamás
habia existido una ranchería antes que el hombre divisara en aquel escenario donde más tarde se formara una
ranchería. Las rancherías no pasaban de
10 personas en sus comienzos Aquella
ranchería habia comenzado porque antes que existiera, ya se habian formado
algunas muy cerca de la Meseta. Se habia formado la ranchería de El Batey, del
Urapal, de la Culebra, de Mamon Raíz, de la Quebrada de Salsipuedes, de El Corozo,
de la Madre Vieja, de lado a lado del Rio se habian formado mucha rancherías y
aquellas orillas de aquel gran rio estaban cobijada por muchas rancherías ya
que el Gran rio les servía de medio acuático, pero tambien para alimentarse del
agua, de lavar, de cocinar, de bañarse, y por ello estos palenques habian
formado sus rancherías con cercados de tuna, cardones, Guamachos, mayas que se
daban mucho en aquellos parajes, usaban los horcones, que eran palos gruesos
como el roble, pardillo, guatacaros, quiebrahacho, el saldé, cedro, cují negro,
cují blanco, habia en aquel escenario todo un baluartes de maderas propicias
para las chozas que se iban fabricando por parte de esta gente que estaba
agarrando escenario. Estaban montados sobre el terreno, y alli iban expandiendo
chozas tras chozas hasta formar una ranchería de sabuesos hombres que tenian el
tupé de desafiar aquella naturaleza que nunca habia probado la presencia del
hombre. Alli estaban y la naturaleza le tenia que dar su aprobación. La
aprobación era vivir alli a pesar de los alicates que la misma fuera
proporcionando en la medida que ellos fueran experimentando su propia vivencia.los
desafíos estaban al orden del día, y la melancólica situación trillaba las
conductas de aquellos imberbes hombres que poco sabían de aquellos estrados
escenarios recién comenzados a vivir. Nocivo era el tiempo que comenzaba a
envenenar aquellas almas recién refregadas en aquellos montones de arboles
suscitados por la misma biología que le habia suscitado a todo especie. Un lenguaje nuevo acrecentaba la
comunicación, una comunicación casi igual a los de los animales, cual podía ser
la copia de aquellos aborígenes, donde podían calcar el lenguaje. Ellos de
alguna manera imitaban cada expresión de los animales y sobre todo los gritos y
los cantos de cada animal. Ellos poseían ese talento para emular cualquier
gesto de los animales, tal vez por poseer una inteligencia más allá de los
umbrales de ellos, podían tener un dominio sobre aquella naturaleza floral pero
tambien sobre la naturaleza zoológica.
Alli en aquel paraje se comenzaron a suscitarse nombres, como: Tabares, Maita,
Guillen, Guaracuto, Guaipo, Caigua, Caico, Guano, Guasimo, Acato, Booba, Guata,
Guaya, Guayacán, Anaco, Sacata, Praguacuto, Payare, Sabucán, Mapire, maya,
Gatillan, Mauca, Macayo, Macaco, Macaraconi; tambien sobresalían mujeres con el
nombre Auca, Achota, Mariara, Macara, Maipa, Aguata, Guatanare, Suava, Castila,
Bauca, Tuata, Cuaca, Ruana. El torbellino de nombres iban posesionando sobre aquel alero
de matorrales, gramíneas y bosques tinglados por la aspereza de la naturaleza.
Habia toda una novedad en aquel insólito escenario de la Meseta. Meseta que con
el tiempo se haría un rincón de un poblado.
Significa, esto que cientos años
hacia atrás, no pudo subsistir a los grandes aluviones de aguas que
se habían activados con desastres en periodos ancestrales. Ellos iban
torreando la vivencia, la vida, la crianza de los hijos, la caza, la comida, el
vestir, el agua, las enfermedades, el sexo, las andanzas, los retos , las
peleas, la formación, los niños, la religión, la trascendencia. No faltaban
tambien los piaches que eran los médicos y sacerdotes para aliviar los dioses y
curar sus enfermedades. Alli habian llegado, pero una porción de ellos buscaba
refugiarse en otros aleros de aquel rio que envolvía la vida de aquellos
cimarrones hombres y mujeres que iban cobijando todos los escenarios de la
costa del Rio. Alli en el Gran rio bajaban, nadaban, pescaban, y bajaban en
curiaras y canoas hasta el Mar Caribe. Era un elemental cajon fluvial para ir
hasta el Mar y alli recoger la sal como lo venían haciendo desde hacía siglos,
cuando los guáranos, los Waraos y demás aborígenes habían descubierto este gran
paso para ir hasta la vertiente Mar Caribe. La distancia se podían hacer
largas, pero los aborígenes no tenian fronteras para este tipo de quehacer.
Tenian la libertad, que no podían tener los invasores españoles como la tenían
ellos. No tenian cerca de alambrados, como lo hacían despues los españoles con
sus cerca de mojones, alambradas y cercados de palos y botalones. Su vida era
lo más sencillo que se podía manifestar. Pasaba en ellos que todavia no habia
llegado a sus manos la etapa del hierro, donde pudieran hacer herramienta que
fueran tan dura como ese metal. Apenas ellos, los aborígenes manejaban la
piedra, los vegetales para tal fábrica y demás enseres que pudieran tener a su
alcance. Las herramientas todavia eran muy
rudimentarias. Las indumentarias no eran de avanzado estado de
desarrollo. Claro todo con el tiempo iria mejorando en cuanto que entraran las
necesidades del tiempo y de aquel aborigen que apenas se estaba instalando en
este vericueto lugar. Con el tiempo y los años seria un lugar que tendría otra
visión placentera para aquellos palenques que se habian filtrado en estos
terrenos de nadie, pero que ellos se hacían alguien en este lodazal escenario,
abrigado por las corrientes de Aguas del Gran Dunare. Fueron invasores que
fueron ascendiendo sobre los copos de aquellos arboles gigantes y pequeños que
tenian la ligereza de las ramas y el cobijo de un paragua. Ante las calurosas
temporadas, que fue cuando se desplazaron, entraron como ebrios en una situación de desespero por alcanzar una
nueva vida en aquel virginal escenario. Ya la nostalgia habia quedado en el
pasillo de aquellos grandes montes, selvas y sabanas que en algún momento les habian servidos de defensa y de abrigo.
Otro abrigo trae una esperanza, pasar un tiempo en una ranchería que de alguna
manera era otro cobijo en ese andar de la vida que flecha los destinos de una
raza. Alli la luna y el sol eran unos dioses que se mostraban como con cara de
piedra que mutilaban con su presencia aquella selva que era tan inhóspita
cuando las tinieblas anegaban aquellos espacios. Los aborígenes habian comenzado a abrir
caminos. La trilla cotidiana iba perforando aquellas meseta que en una
temporada habia sido intricando y compleja para asir una caminata sin
tropiezos. Abrieron caminos tanto al Sur, como al norte, al este como al oeste.
Abrían caminos para buscar algo, o devolver algo, abrían caminos para cazar,
para pescar, para buscar agua, para buscar alivio, para buscar animales, para
cazar, para buscar sal a las orillas del mar Caribe. Por esos caminos iban
retozando la vida, la intriga, la novedad de algún animal que se les fuera a aparecer
como una sorpresa en medio de aquel vendaval de complejidades. Mustios momentos
tenían que pasar aquellas legiones de aborígenes que habian comenzado a
apertrecharse en medio de aquel espacio y tiempo que habian conquistado con su
desplazamiento cotidiano. No menguaban la oportunidad para abrir un sendero en
su propia existencia. El pienso y el luego éxito se pivoteaba en el pensamiento
del aborigen, no existía una realidad que no pasara por su pensamiento. La
realidad era muy clara, no habia otra, sino aquella que vivia con sus propias
dificultades, pero con la intención de vivir, sin muchas preocupaciones, por
ser elementales ante una comunidad como la ellos.
El Piache Guatamoro y sus seguidores.
En una
comunidad siempre hay de todo, y en la comunidad aborigen habia sus maestros y
ciertas complejidades del oficio cotidiano. El piache era el sacerdote, pero
tambien el médico, tenia esas funciones que tiempos pretéritos podían haber
ejercido los sacerdotes del Antiguo testamento. Espiritualidad y medicina: El
Piache Guatamoro habia nacido cerca de la Ranchería de Urupal, pero se habia
deslizado cuando joven hacia la ranchería de la Meseta. En la Ranchería de la
Meseta habia tenido contacto con algunos piaches que habian nacido alli, pero
que con el tiempo habian desaparecido del escenario. Piache habia aprendido
desde niño todos aquellos intrilingues de la plantas y los poderes de los
dioses. Aquellas rancherías comenzando desde el Pao hasta la desembocadura del
Rio Dunare habian tenido como dioses al sol, la luna, algunas estrellas, los
sapos, algunas serpientes emblemáticas que se formaban en aquellos lodazales y
amplios matorrales que se erguían con los grandes manantiales que se deslizaban
entre selvas, medanales, tierra de greda y algunas que otras serranías que se
cubrían de algunas hierbas vitalicias y de gran aliciente para algunas
enfermedades. Alguna que otras rancherías tenian como dios al gran rio Dunare y
todas aquellas quebradas que fueran de enconadas y furibundas corrientes de aguas. Alli en esos dioses ponía Guatamoro
toda su confianza, era sus trascendencia, era su más allá, alli tenian sus
adoración y alli alimentaba su espíritu para combatir todo lo malo e insertar
todo lo bueno en las almas de aquellos hombres, mujeres, niños y jóvenes de la
Comarca de la Meseta. Guatamoro habia nacido de una aborigen que habia quedado
tuerta, porque cuando pequeña se habia caído en una estaca y el ojo derecho se
le habia extirpado. Esto le habia causado cierta molestia sentimental al Piache
Guatamoro. El quería con su aprendizaje de las hierbas y las matas y además con
los poderes de los dioses hacer que el ojo de la madre volviera a ser como
antes, un ojos sano y bello como lo habia tenido su gran madre querida.
Guatamoro para ser un verdadero piache se habia instalado en una choza solo,
apenas tenia tres ayudantes, para que le hicieran los brebajes que preparaba,
pero además de estos eran los que tenian que aprender para tener en sus mejor
momento un relevo en esta conducta espiritual y medicinal. Guatamoro tuvo sus
pasos para llegar a ser un piache, en la tradicion de los Piaches existía
ciertas conductas para este tipo de servicio. El Piache
Palenque más allá del profundo sentido
de concebir la vida como armonía entre lo social y lo natural, también concibe
desórdenes de estos estados los cuales están enmarcados dentro de lo sobrenatural.
El Piache Palenque poseías cualidades y
características que sólo son perceptibles por el mismo. Es el Piache el
intermediario entre El Sol, la Luna, Los
Ríos y Las Lagunas que representa el
espíritu de la enfermedad y las desgracias-
los Wuao, Wuao- espíritu del Palenque muerto- que las visitas en sueño para darles
consejos utilizando a Un Señuo como el
espíritu intermediario. Por eso la iniciación del Piache Guatamoro consistió en
observar muy detenida mente las plantas, los animales, las estaciones de la
luna, las sombras del sol, los rellenos del agua de los ríos y de las lagunas y
de los riachuelos, aquí en estas áreas era donde se daban vida los iniciados en
estas operatividades de esotéricas indígenas u aborígenes. De alguna manera
Guatamoro habia comenzado a sentir algunos mareos cuando aún estaba un poco bastante joven. Eran mareos
permanentes que sentía Guatamoro, en esos mareos Guatamoro sentía un enjambre
de espíritus que los poseían. Algunas
veces caía de platanazos en algunos sitios, y si iba acompañado, los secuaces
se lo llevaban a su ranchería que la tenia muy cerca del Rio Dunare: A veces
quedaba inconsciente y no sabía nada de lo que habia pasado. Guatamoro sabía
muy bien que estos efectos tenian que cundir efecto en su cuerpo y en su
espíritu, ya él estaba en estos andares y por lo tanto no era ninguna sorpresa
tales acontecimientos en su vida. Guatamoro tuvo su suficiente madurez, para ir
haciendo su trabajo de piache a lo largo y ancho de aquellas rancherías que se
permeaban sobre las orillas suculentas de aquel rio que le servía para sus
grandes acciones como es el Rio Dunare. Guatamoro cuando hizo su primer trabajo
curativo se lo hizo a una chica aborigen que padecía de un espíritu maligno. Se
habia convertido en el típico vocero contra las enfermedades y demonios que se
trataban de inmiscuir en el alma de los aborígenes. Esto era una situación que
estaba presente desde que el hombre era hombre y de por si habia tenido
conocimiento de estos episodios que marcaban una pauta mas allá de la realidad
palpable. Estos piaches sabían de los elementos básicos de las matas, de las
hierbas, de ciertas enredaderas, de matas que contenían ciertos sabores
amargos, de las que servían para las diarreas, para la picaduras de animales
salvajes, de serpientes, de alacranes de problemas de dolores en los huesos, de
la regla de la mujer, tenian remedios para cuando las mujeres fueran estériles,
ellos preparaban ciertos brebajes para que pudieran dar a luz en su debido tiempo. Sabían de controles lunáticos
sobre las personas. El caso de Guatamoro era un gran adivinador de las fases de
la luna y esto Guatamoro era un experto. Fueron muchos los casos de problemas
que se le presentaron cuando era un piache de aquella zona unarense. Guatamoro
pulía sus datos cada día. Los aborígenes tenían una gran confianza en esas
dotes esotéricas que poseía, se le considera como a uno de los mejores piaches
que habia en aquel selvático escenario de la Cuenca del Dunare. Guatamoro se
habia convertido como un Juan Bautista en el deserto, sus comida eran simple
para mantener un espíritu de sobriedad ante los episodios que le vinieran.
Guatamoro le hacía ensalmes a los caciques que se iban levantando en aquella
Meseta. Sabemos que el primer Cacique que se habia levantado en esta selvática
región habia sido Dunare, pero eso hacía tiempo de El Cacique Dunare habia
muerto en la erguida aguas del Rio que mas tarde llevaria su nombre. Tambien
Dunare habia sido tratado por mas de un piache. Guatamoro en cierta ocasión
cuando el cacique Guatopo estaba enfermo lo llamaron para que le fuera a quitar
unos grandes dolores que se le habian pegado en la espalda, y el cuello. Lo primero que hizo Guatamoro al llegar donde
estaba el Cacique Guatopo, fue colocarlo boca arriba entre un poco de candela
para quitarle aquellos dolores y luego ponerlo boca abajo, para darle masaje
con unas cuantas planta, lo cual habia preparado un gran brebaje y asi irle
untando aquella pócima sobre la espalada y el cuello. Habian dicho algunos de
sus allegados que aquella brujería se la habia puesto un cacique que estaba
cerca de las praderas y palmares de las riberas del Gran Rio Dunare. Cuando el
piache Guatamoro comenzó a ponerles
aquellas pócimas de hierbas de mastranto, con jabillo, drago, fregosa y demás
hierbas, el cacique Guatopo comenzó a pegar unos gritos endemoniados que los
demás presentes comenzaron a tener miedo por aquellos Berríos que pegaba
Guatopo, cuando el Piache Guatamoro iba avanzado en aquel ritual que le luego
le iba echando humo de tabaco sobre aquel ruin cuerpo de aquel cacique que se
habia esmerado en proteger la etnia de los palenques; que hace rato habían echado vida sobre estas praderas
unarense. Era el año 1200 despues de Cristo. Todavia la bota española no habia
pisado estos senderos naturales lo cual permanecía impoluto ante la atrofia de
los pies europeos. Los aborígenes por lo menos tenian su sentido de la vida
ante la oquedad de una naturaleza virgen que los vitalizaba según el parecer de
aquella raza. Por eso los piaches de alguna manera tenian toda una tranquilidad
natural en toda sus actuaciones. Tenian una liga empática con los decoros
naturales que el mismo universo físico les ibas dictando a traves de sus
vivencias cotidianas. Ella, la naturaleza le iba aportando los medios, los talentos y las defensas para imponerse en el
trajinar de la propia existencia. Por eso Guatamoro siempre sostenía decirle a
la muchedumbre: ---“Para mí la naturaleza es mi gran mama que me apoya y me
nutre mis intenciones vitales, pero es tambien la que me administra toda sus
sabiduria para ayudarlos a ustedes”--. Cierta ves Guatamoro no podía sanar
mentalmente a algunos aborígenes que tenian ciertas ulceras en los pies, y se
habia hecho difícil, dar con aquellas curaciones, se puso a meditar y a
preguntarle a la naturaleza que cual podía ser el remedio básico para curar
aquella dilatada enfermedad, lo cual la naturaleza le respondió.: -- “En mi escenario
están todos los remedios para curar todos los males de tu gente, búscalos,
descúbrelos y veras, que si podrás, porque yo te lo suministro”---He alli la
inquietud de un piache, que a la final se convertía en un gran filosofo de
aquella holgada y asombrosa selva que cobijaba aquellos pantanales de aguas,
pero tambien aquellas trincheras de bosques y matas que se hacían permeables
cundo el pie del hombre iba abriendo
encrucijadas y caminos sobre aquellos vericuetos montes y mesetas que se
horizontalibizaban sobre aquella penuria afinidad de los rastros del tiempo. De
muy buen agrado los demás seres humanos buscaban el apoyo en estos piaches que
tenia la osadía de buscarle remedio a los males que tenia aquel escenario, pero
que los mismos cuerpos y la misma tierra posee. Es la lucha contra una
situacion que esta alli palpable, pero que muchos hombres avezados van
buscándole soluciones a la propia sobrevivencia de los seres humanos. Asi eran los piaches, así vivían los piaches
de aquella localidad hecha ranchería en el marco de la invasión que ellos iban
haciendo poco a poco en todo aquel vendaval de matas y bosques silenciosos ante
la presencia del antropos.
El invierno y el verano...
Acrisolada vivia la selva, acrisolado vivían los
animales por aquella empecinada naturaleza que le ofrecía de todo para su
sobrevivencia. Ya los palenques estaban diestros para este tipo de sucesos. Era
la rutina de algunos meses, de algunas semanas, de algunos dias, pero para el
palenque existía era la estación, y desde esa óptica manejaban las estaciones.
Ya sabían por experiencia e intuición que pasaría en cada estación. Los veranos
se le presentaban como una estación calurosa donde reinaba la temperatura alta,
aquellas temperaturas demolían los arboles y las frenéticas ventoleras que se daban
conjuntamente con los veranos hacían tabla raza en algunos bosques, donde
muchos bosques al tener la madera seca , estos remolinos provocaban la caída de
muchos árboles atenuados por la sequedad de la madera, de los bosques, de los
arboles, de las montañas , de los sabanales y de las mesetas.. Era tiempo donde
los animales se arrinconaban en ciertas zonas donde hubiera aguas para mantener
ciertos bosques verdes como el trinar de los algarrobales. Había lo que se
llamaban los reagrupamientos, y los animales trataban de agruparse para
defenderse de los calores intensos que se ametrallaban sobre aquella zona
tórrida. En esos seis meses de sol abierto y rayos directos a la faz de la
tierra todo los seres vivientes buscaban guarerse de aquella intensa
temperatura, solo la noche podía menguar aquellos agitados calores que se
empecinaban en castigar cada cuerpo de los seres humanos, como de los animales
que cubrían todo aquel escenario. Entonces como era el sol con las vivientes plantas
que se daban en aquel abolengo territorio. He alli un dilema, los arboles, las
matas, las gramíneas, ellas no tienen pies para poder ir de un lugar a otro.
Muchas de ellas morían, al estar alli estoicas y sin poder desplazar su vida de
un lugar a otro. Si el verano era benevolente podían aguantar aquella sequedad
y tambien aquel menguo de agua. Todos los arboles, matas, hierbas son productos
de una manifestación de agua, sin aguas no pueden sobrevivir, ni mucho menos
sobre la ausencia del sol. Los cuatro dioses están unidos a ellas, para que
puedan sobrevivir. Se trata del sol, del agua, de la tierra, y del aire. Sin
ellos es muy difícil que haya vida, con ello hay vida, sin ello no hay vida. Y
por eso en este escenario de la meseta, los veranos se tornaban galopantes como
la misma brisas en tiempo de inviernos. Que le pasaba a los palenques en este tiempo de verano, acaso
se marchaban a otros lugares donde no existiera la sequia, o no existieran los
veranos,. Todo el planeta tierra tiene estas estaciones, aunque hay algunas
partes donde las estaciones se multiplican. Hay parte donde la tierra tiene
primavera, verano, invierno y otoño. Lástima que en Venezuela, no de den las
cuatros estaciones. Y por eso los aborígenes solamente supieron disfrutar de
estas dos estaciones aunque es un país que goza de estas elementales estaciones
en todo su territorio. Sin embargo, en la zona de Guaribe y la zona de la
Meseta donde había una abrumadora mayoría de palenques. Ellos tenian que abrazar estas
dos estaciones, que le habian equilibrado su vida. En tiempo de verano los
palenques tenian que trabajar mas para lograr hacer de la pesca unas situacion
de vida o muerte. Apenas el Rio Duanare, La Quebrada Honda, Quebrada de
Salsipuedes, Rio Guerre, Rio Guaribe le servía de gran aliciente para todos
estos tipos de eventualidades gastronómicas. La astucia de ellos estaba en
mantener muy en alto aquel tipo de vivencia, y hacer que cada mañana se
dispusieran con el anzuela de cacho de venado pescar, de igual manera usaban el
chusmo en zonas donde se viera la efervescencia de los pecados. El gran Rio
Dunare era uno de sus dioses que le producía más alimentos de peces. Alli en
sus curiaras, botes, canoas pasaban el día en su pesca, para llevar algo a sus
chozas. Por sus puesto que corrían el riesgo de los tigres, de la onza, de los
leones o de los caimanes, o de las gran serpientes que se desplazaban entre el
Batey, Guere, Piritu, La Meseta y Azaca. Ellos, los palenques eran los únicos
que abrazaban aquellos escolásticos montes de estos sabanales que se habian
erizado en soledades por antaño. Cohabitaban en aquel universo. Eran los únicos
mensajeros que aplomaban una civilización en aquellos senderos atornillados por
lo inhóspito. Pero alli habia el amanecer de los dias., y la tertulia y sus
dialectos se dejaban oir en aquellos horizontes donde antes se desplegaba
solamente los animales que en millones
de años habían existido. La melancólica sabana, los gruesos arboles, los
tinglados urapales , los jabillos , los guatacaros, los pardillos, los
cereipos, las ceibas, los robles comenzaban a menguar sus hojas que aureolaban
aquellos senderos ante la mirada de un aborigen que se pusiera en los alto de
un cerro o de una selva de altura. El gatillo de la vida de aquellos hombres y mujeres que se pavonean
por aquellos insípidos terrenos, no deja de impresionarles cada día. Cada día
se da un lenguaje y un escenario como si jamás lo habian visto. Pasaba en ellos
que no tenian mucha memoria o retención para ir acumulando datos, la naturaleza
se proveía muchas veces de intuición. Casi que vivían el presente, sin recordar
el pasado aunque habian algunos que guardaban el pasado como los piaches. Habia
toda una diversidad de pensamiento en aquellos mugrosos hombres y mujeres que
se arrinconaba en aquella incógnita
soledad. Alli devaneaban sus gustos, sus éxitos, sus esperanzas, pero era una
vida sin sentido, una vida que se acoplaba a una situacion escéptica y
nihilista. El trasnocho de la vida, hacia donde iban y que pretendían en la
vida. La simplicidad de las cosas no le daba pie para mantener una vanidad, ni
siquiera era su pensamiento. El objetivo no era tener nada. Vivia en el
equilibrio de las cosas, tal vez los piaches tenian mas adentramiento en ese
mundo oscuro de la escatología, alli era que los piaches se daban el gusto de
tener hasta un dominio más allá de los propios caciques; aunque los caciques
tenian toda una autoridad en muchas comarcas de rancherías. Toda esta situacion
la vivían en pleno tiempo de los seco, del verano. A veces se sentían fatigados
por aquellos grandes calores que le penetraban en los tuétanos de sus cuerpos.
Aquellos cuerpos semidesnudos, aquellos cuerpos que apenas tenian una enaguas
que les tapaba, el trasero y la parte delantera de las partes intimas, lo mismo
se podían decir de las mujeres, menos de los niños que no usaban nada y
solamente andaban como Dios los trajo al mundo, apenas cuando comenzaba el plumeo
de aquellos genitales era cuando se colocaban taparrabos. De igual manera
aquellas mujeres andaban con las tetas afuera, al aire libre y a la mirada sin
malicia de todos aquellos hombres que se desplazaban por cualquier zona, en
ello no habia situacion morales, por supuesto que habian algunos argumentos
morales, pero no era moral occidental, ni mucho menos moral cristiana o moral
musulmán o moral judía. Habia toda inocencia supina, una inocencia que rayaba
en la ignorancia, una inocencia sin tabúes. Por supuesto que los aborígenes
tenian muchos tabúes, pero que a la final eran tabúes decorosos y muy validos
para su condición de poca monta en conocimientos filosóficos, antropológicos o
tal vez sicológicos. Aquellos hombres eran temerosos muchas veces del verano,
porque se les podía pasar el tiempo de la siembra y ellos estaban muy pendiente
de sembrar algunos tubérculos o algunos granos que le servían de grandes
alimentaciones como era, el maíz, la yuca, la sandia, la auyama, la
hierbabuena, el ají, el chirel, la sandia, el cundiamor, la fregosa, el pasote,
la guayaba aunque esta es una fruta sabanera, de igual manera la guanábana ,
sin embargo aquellos aborígenes que habian penetrado este escenario tenian en
su haber sembrar este tipo de frutas tropicales. Ellos de alguna manera comían
el guácimo, el caruto; aunque ciertos animales comían este tipo de frutas
tambien los venados, los chiguires, los monos, los araguatas, hacían de la suya
como un postre, Ante aquel verano malcriado por los rayos solares se avecinaba
el invierno, un invierno que comenzaba en la mitad del mes de octubre, pero
para el aborigen no habia meses. Apenas los tiempos los vivían por estaciones.
Decían meses de veranos o dias de veranos o dias de inviernos. En esto ellos
estaban muy claros. Eso de los meses se vino a instalar cuando la bota española
se instalo en toda la territoriedad de América, o lo que se llamo el continente
del bollo amarrado. Bollo amarado porque cuando usted observa aquel mapa se
podrá dar cuenta que es un bollo amarado. Un continente del maíz como su
producto básico. Es el continente del hombre del maíz, pero tambien el continente
del hombre de la yuca. Alli galopa aquel hombre de la Meseta, turbia es su
mente, ágil sus brazos para preparase por aquella estación que se acerca con
ciertos chubascos de agua, desde el cielo se ven estallido de candelas que se
desploman sobre la faz de aquel territorio, el estruendo que hacen coloca en
aprieto a muchos animales que buscan un escondite, los pájaros, vuelas, los
cuadrúpedos que están muy cerca de aquellos rayos huyen despavorido ante aquel
estruendoso rayos que se salpican sobre
aquellas nubes que comienzan a ponerse negra como la oscuridad de la noche.
Viento arremolinados comienzan a cuerear a aquellos arboles que apenas están
saliendo de la radiante estación de verano. Fuerte son, que comienzan a
derribar aquellos pobres arboles que han tenido la dicha de aguantar aquellos 6
meses de veranos. Algunos bohíos que fueron mal construidos son sacudidos por
aquellas ventoleras que en aquellos tiempos se hacían más fuertes, aunque las
arboledas podían ser trincheras para aplacar aquellos gigantes vientos
desplazándose hasta 150 kilómetros por horas. Sacudidas vienen y sacudidas van
y asi se va pernoctando cada invierno, cada chubasco con estruendos relámpagos
que se cimbrean sobre aquellos
escenarios que huelen a sabana terrosa.
El detalle es muy diferente a cuando es invierno que comienza a germinar
cuanta semilla que se ha incrustado en
aquellas tierras macilentas adornadas por las pizcas de los arboles que se
habian trenzado sobre aquellos inhóspitos tablados de tierras duras, arenosas
pero tambien gredosa. Porque asi es, que aquellos proscenios ambientes donde esta la
petra ranchería de los palenques de la Meseta se mofa de una apertura
inconmensurable con el invierno. El invierno comienza a movilizar cuanto ser
vivo se desplaza en aquel plató de
tierras buena para cualquier ser vivo. Ello habia permitido que los palenques
que se habian desplazado desde el Pao, logran un ambiente afable para su vivencia y su estadía. El
solapado invierno esperado por aquellos guerreros de la vida, hacia su efecto
sobre cada uno de ellos, por una parte esperaban esta temporada para amilanar
sus sed de agua y asi encontrar en cualquier sitio una vena de agua que le
sirviera para su alimentacion, para la bebida, y tambien para lavar algunos
corotos que en su menudencia tenian. Se espigaba todo un alboroto en aquel
inhóspito lugar que iba cuajando vida, porque alli donde hay agua, hay vida. El
troquelado ambiente estaba en un vivaz ritmo que daba apertura a una vegetación
más verdosa color aceituna y tambien a un color manzana. He alli el movimiento
de animales volando chillando y comiendo aquellos pastizales verdecitos que
solamente el agua repara. Alli el grillo saltando sobre aquellos arboles pero
tambien sobre aquellos pastizales que comenzaban a reverdecer en aquella
solapada zona, he alli los sapos y las ranas, brincoteando de un lugar a otro y
buscando aquellos riachuelos y lagunas naturales que se habian formado con las
lluvias y los tiempos precarios de la soledad terráquea pero tremando aguaceros
habian abierto canjilones y habian cuarteado la tierras en algunas estepas
bajas y asi fueron formando aquellos acantilados de aguas donde el croar de
animales como la rana y los sapos hacían de la suya cuando los inviernos eran
los águilas de aquellas sementeras bordeadas de palos de aguas que como liquido
hacían vida. He alli el tigre, la pantera, el león buscando refugio para
guarecerse de aquellos tremendos aguaceros que le torcían la bravura a aquellos animales que se presentaban como
fierras indómitas sobre aquellos pantanales de aguas que se colaban en aquellas
tierras semiarenosas, pero muchas de ellas llenas de médanos y tambien de greda
en la parte de los cerros. Estas bestias agiles se sentían acorraladas con los
inviernos, a veces eran tan fuertes los inviernos que aquellas fierras se
sentían acorraladas y trataban en algunas parte monear palos, sobre todo el
tigre. Claro que el león no lo iba a hacer, ya que el león no tiene esas
cualidades como para hacer tal cometido, sin embargo trataban de guarecerse en
parte que estuvieran un poco llenas de matas y tuviera poco agua. De igual
manera la pantera que en cierta a manera era más agilísima que los dos
primeros. Las panteras salvajes pernoctaban a veces en los quiebrahachos y
algunas matas que le fueran mas bajas. Asi vivían estas fieras en tiempos de
aguas. Aguas frías que le hacían temblar los cuerpos, porque cuando se
empecinaban a aquellos aguaceros eran a veces para amanecer. De igual manera se
presentaban tipos de lluvias chinchineadas, aguaceros que eran serenos, sin
ligerezas de aguas recias, sino aguas goteadas, pero permanentes. Aquellos aguaceros asentaban el polvo provocando
olores a tierras mojadas, pero cuando los aguaceros eran continuos la tierra
dejaba de oler a tierras mojada, pero lo
que eran las recuas de los aborígenes se volvían corrientes de aguas perforando
la superficie y abriendo canjilones que luego iban abriendo con el tiempo
pequeñas quebradas. La naturaleza es fregada y ella hace lo que quiere, nadie
obliga a la naturaleza a tal o cual dirección debe tomar. Por eso, los
aborígenes de estos lugares eran fieles obediente de los procederes de la
naturaleza. Ellos se pavoneaban de ella, pero ella, en muchas oportunidades les
sembraba el pánico, el desconsuelo, la tristeza, el terror y hasta la
maldición. Alli en su lenguaje, en sus pensamientos, en sus instintos alguna
cosas le decían, y no eran cosas absolutamente benévolas. Lo que eran los meses
de agosto y septiembre las lluvias arreciaban y la naturaleza se ponía
demasiado verde. El crujir de los animales voladores, de los terrestres, de los
acuáticos estaba en una constante zozobra. Por su supuesto que esto los
mantenia álgidos, erizados, trémulos, y hasta alegres. Sin embargo, tenian que
estar rísperos antes los vaivenes de aquellos chaparrones de aguas que se
serpenteaban sobre aquellos morichales,
aquellos bosques, aquellas montañas intrincadas, aquellas parcelas de llanos,
aquellas mesas, aquellos bosques nutridos de todo tipo de plantas. El bramido
del caimán, el grito de los pericos, el alarido del gavilán maceteaban aquel
espacio que sin sus algarabías de gritos seria un montarascal en puro silencio.
La naturaleza habla, grita y expresa todo a traves de sus seres que la
conforman, es la sinfonía, y el canto que le ofrecen a un planeta que es
misterio en el vendaval del infinito. Por eso aquella medianía que se solía
ofrecer en el rango de la lluvia y el verano era para un momento alegrías entre
los aborígenes ya que ellos habian
ofrecido su cuerpo y su alma en esta
estoica naturaleza que cada día repetía y repetía las gallardas estaciones para
mantener el equilibrio tanto de los vegetales como de los animales, pero que
ahora tenia un nuevo huésped: el hombre aborigen.
El Dunare Hace la Vida
La
majestad del tiempo va atendiendo las siluetas sabaneras que se yerguen sobre
aquellos inhóspitos gritos que tienen aquellos tinglados horizontes huaqueados
por las sonrisa de la selva, pero tambien apretujado por los laberintos de una
naturaleza que esta inquieta. Alli en
aquel escenario se pavonea una hilera de agua que corre de sur a norte y con el
tiempo desde hace miles de años de agua ha ido alimentando millares de animales
que se entrecruzan en aquellos bosques, en aquellas heráldicas mesetas,
sabanales, bisques, “matas” silueteadas por la agonía de la vida. Si bien es
cierto que habia cubierto una esperanza para la vegetación mas cerca a él,
tambien habia abierto una esperanza para cuanto animal se acercara a él para
saciar su indolente sed que se persignaban en tiempo de verano. Alli estaba
tendido bajo el sol, bajo las estrellas, alli estaba tendido sobre aquellos
arenales, sobre aquellas brozas y tierras que le permitan nacer, pero morir en
el norte cuando la ancha mar del Caribe lo toma en sus brazos y en su seno y le da la bendición como una
madre cuando tiene miles de hijos que la alimentan por aquel vital ciclo hidrológico.
Alli clama la llegada con millares de
litros de agua dulce bajando en un recorrido silencioso, pero seguro que alli
va a morir con aquellas olas de agua arremolinadas que se van surtiendo a lo
largo de aquel camino aventajado por muchas hoyas hidrológicas que se adelantan
en aquel vendaval de agua caído del cielo, porque no es de otra manera que se
mantiene, sino con lo que cae de arriba
y alli forma aquella turbia aguas rebobinadas por las fuerzas físicas que tiene
la propia naturaleza. Insolente es la venida de aquellas tempestades de aguas
iracundias, recias que flotan sobre
aquel cajon que ha merecido llamársele dios. Es el dios del agua para aquella
raza que iracunda siembra vidas en aquel turbulento escenario. Alli posa una
vida que ellos llevan, porque tambien el agua es vida, y sin agua no son nada.
Han tenido otros dioses al recorrer de sur a norte aquellos silenciosos tramos
de montes y selvas que loes tenian en su frente, en su pecho. Ellos fueron avanzando
con este dios de la vida, cuando en tiempo de verano el cajon iba bajando y
esto permitía que aquella raza indómita que huele a selva se fuera integrando
en aquella vegetación que tupida no era fácil, para su penetración, sin embargo,
la ventana abierta de aquel dios, permitía a traves de curiaras, canoas ir
penetrando poco a poco aquel silencioso espacio cuando el día de un sol
caliente y a mediodía permitía ver aquel horizonte pleno para ir deslizándose
con mucha serenidad entre peces, caimanes, y lagartijas que se abombaban sobre aquellas siluetas de aguas
plenas . Alli iba Guatoco rumbo hacia un mistérico escenario en el cual nadie
habia penetrado. Alli iba `poco a poco en aquel silencio que tremolaba lo mas
profundo de su corazón, sus manos puestas en el canalete de aquella curiara iba
envalentonando sus brazos, estaba presto que algún tigre, o alguna pantera le
cayera encima. El instinto se había hecho eco ante el olfato de cualquier fiera. El
desnudo chapaleo calcaba las airosas aguas que se vaticinaban lentas porque era
tiempo de verano. Un enjambre de garzas blancas surcaba aquellos cielos petrificados de nubes
blancas y azules que se pavoneaban sobre aquel pretil silencioso de una vida
que comenzaban a trajinar a aquellas aguas dulce que solo el apetito del hombre,
y ciertos animales pueden probarlas. Los
animales no todos son de aguas saladas, la mayor parte de la naturaleza vive
del agua dulce, las plantas, los animales y tambien los seres humanos. Era un
momento impávido para aquellos seres que deambulaban por aquellas aguas para
saber que habia mas allá de la mirada serpentina de un ojo que no se contentaba
con lo que habia visto. El engranaje de la vida cotidiana y lo mistérico lo
llevaban a penetrar aquellos sólidos horizonte que solamente por las aguas
crecidas y tambien aquellas que corrían en verano era posible penetrar
cualquier horizonte que fuera desconocido. Solo existía el riesgo para penetrar
y no quedarse alli achantado con lo conocido. Guatoco habia penetrado y un solo día no podía
arriesgar su existencia, cuando le entraba algún pavor volvía de nuevo a su
ranchería y alli creaba una tertulia con aquellos aborígenes mas allegado. Sin
embargo, la existencia no se bloqueaba, el iba a emprender un nuevo un viaje y asi poder logar algunos kilómetros
de penetración por aquel horizonte que le motivaba a escudriñar sus senderos y
saber que habia más allá de sui mirada cotidiana. Guatoco era un indio
corpulento, un indio cuatriborleado que se fajaba con cualquiera que lo
amenazase. No tenia escrúpulos para
matar a cualquiera, era un indio que se habia mantenido en luchas
cotidianas con cualquier fiera y eso de alguna manera lo hacía fuerte y diestro
para cualquier evento.
tregua, colibríes brincoteando flores,
abejas aguijoneado cuanta flor se encontrara entre montañas, selvas, bosque y sabanales. He alli el vocerío de cuantos
animales tenia aquella Meseta balbuciente por la floreada fauna y la anidada
flora que latía en aquellos terrenos. Estaba surcado por grandes verdolagales,
matas de cujíes negros, blancos, Guatacaro, pardillo, ceiba, pira, tucána,
tártago, bejuquillos, matapalo, pardillo, aceituna, cundiamor, fregosa, pasote,
hierbas malas, hierbas buenas, tártago, lechocero, cartan, guamacho, cardones,
tua, tuatúa, sebucán , cedro, y cuanta matas y hierbas creo el Creador .Habia
toda una germinación permanente que ahogaba los poros de la tierra, no habia
lugar ya, para que aquellas solapadas semillas pudieran brotar en aquel
semental que cada día se hacia se hacía mas estrecho. Alli estaba la perennidad
del tiempo y la lejanía de los orígenes. Una mareada situacion se presentaba
con aquel dinámico movimiento de la flora. No se diga de la fauna cuando
alborotado animales pertrechaban el escenario de mucho movimiento, movimiento
iracundo de unos animales que se habian vueltos incontrolables porque no habia
una mente que los controlara.
La Iracundia
de Un Rio.
Una culebra de
agua se habia comenzado a formar cuando las tempestades terráquea habian
sufrido el látigo de terremotos y la mar se habia salpicado terrenos adentro.
Todo habia comenzado cuando la
naturaleza se comienza a equilibrar o va buscando el equilibrio. Aquella
soledad estaba tapizada por las olas del Mar. Habia irrumpido de manera
cismática y habia abierto un canjilón de agua. Una tierra que se habia
comenzado a compactar buscaba la formas de aperturar una corriente de agua en
esta zona. Una fuente habia creado la misma naturaleza. A través de aquellas fuentes se habian
extendido otras fuentes que han descargado a través del tiempo millares de
litros de aguas. Aquellas fuentes recogen aguas de sabanales de alturas, de
selvas, de montes intrincados como los que dieron en etapas de miles de aguas.
Hacer que el Gran Rio que despues se convirtió en el Rio Dunare y paso a ser
Unare, eso no nacio de un día para otro, ya se sabe cuál fue su origen. Tal vez
en un principio no nacía en las praderas de Pariaguan. Nacía cerca de Zaraza,
pero los vericuetos de la naturaleza lo fueron alargando, porque la naturaleza
tiene sus propios procederes y sus propios movimientos que cada día va
fraguando. Para ella nada es eterno, ella va con lo que dice Heráclito, que
todo es movimiento, y nada es eterno.” Nadie se puede bañar dos veces en el mismo río, pues cuando
nos bañamos por segunda vez, ni nosotros ni el río somos los mismos.” Asi va
pasando todo en la existencia, en la vida, y precisamente el Rio Unare, fue lo
que fue en miles de años anteriormente. Es evidente que antes, el galopar de
agua era mas intenso. Antes de la venida de los palenques a estas tierras, era
más elocuente, los arrastres de aguas eran más intensos y revoltosos. Era la
pura selva salvaje correteada por animales salvajes, y selvas y morichales y
matas salvajes. Eran selvas brutas y crudas. Alli bajaban muchos animales
salvajes como el tigre, el león, la danta, culebras de alto alcance, caimanes,
tortugas, boas, pirañas. Eran un rio que se guarecía en la placidez del tiempo,
un rio que en tiempo de verano permanecía media caja. Los inviernos se hacían
prolongados, los veranos se hacían cortos y de pocas densidad en el calor,
aquellos bosques frondosos cubrían el cajon del rio, porque el ser humano
todavia no habia explorado este siniestro copo de agua que se correteaba por
aquellas inhóspitas selvas, pajonales, montes y “matas” que cubrían estos
escenarios alrededor del rio Unare. El saltar de animales se observaba en
aquellas aguas que corrían muy alborotadas en tiempo de invierno. Alli se
esparcía cuantos palos, basura, hojas y hasta animales que morían por las
crecientes iracundas que se atrincheraban en aquellos mugrientos terrenos que
se expedían a lo largo y ancho de aquel
vetusto rio de las mil arengas. Alli se
recogían por medio de quebradas, afluentes y riachuelos el basural
destemplado que se le entregaba a
aquel cajon que estaba plantado alli donde el sol disparaba sus rayos
cuando le tocaba aruñar aquellas aguas con sus rayos destemplados. El hervidero
de moscas verdes, de mosquitos, de tábanos de plagas insoportables, las
aguerridas chicharras que lanzaban aquellos bullicioso gritos, las miles de
ranas, sapos, que se la pasaban en un laberinto de voces al compa de un
troquelado momento. Aquellos animales estampaban miles de gritos alrededor de
aquel iracundo rio, porque en sus huestes llevaba millones de litros de aguas.
Un compas se habia abierto, no era la única vez que el griterio de la
naturaleza estaba en esa pose. Miles de años tenía este rio formando jolgorios. No era novedad, no
habia clandestinidad. Era el aventajado rubor de un rio que formaba un
paradigma estelar en todo momento. Las vegetaciones cada día se reverdecían y
atónitas, antes aquellos vapuleados aguaceros se presentaban como sorna y
elocuencia. El tigre mariposo se iba gateando sobre la orillas de aquel
tributado dios, el tenia algo, que sustenta todo ser vivo. Tenía el agua, y el
agua es vida. Si hubiese sido, un cajon sin agua, hubiese sido un cajon de
muerte. He alli el detalle de ese rio iracundo. Ante aquel vasallaje de agua y
tormentosa corriente, no habia seres que pudieran doblegarlo. Es la ensenada de
un agua que se dispara y se moviliza sin contemplación de nadie, su escatología
es entregarse en los brazos amplios del mar Caribe. Una caída maltrecha, pero
es el desahogo que tiene para no inundar tantos espacios; aunque en algunas
remetida lo hacía, cuando se elevaba a montañas adentros, o cuando en su paso
estaban algunos ríos que le detenían la corriente, como era Quebrada Honda, La
Madrevieja, El Corozo, Guere, El Guaribe y cientos de quebradas que se salían
de sus escenarios para desembocar y asi
desahogar sus trémulas aguas recogidas
en aquellos pantanales y someras selvas e intrincadas de árboles frondosos y
bosque tupidos der matas y hierbas atosigas por las verdes praderas que se
consustanciaban con los pantanales de aguas risueñas caídas de aquellos cielos
túrbido de aguas claras y penetrados por
la insolencias del tiempo y la existencia sideral. Anegadas de aguas se encontraban muchas áreas, pero
aquellas áreas no eran habitadas todavia por el antropos. El antrpos vendria
despues con el tiempo. Todo tiene su tiempo y todo tiene su hora. Un reto tiene
este iracundo Rio que cada día agiganta sus fauces y hace rechinar las bocas de
cuantos peces anidan en sus turbulentas aguas, Alli frenéticos peces se comen
los unos con los otros y muchos de ellos son desplegados hasta las fauces del Mar
Caribe donde son presas de otros peces con sabor a lo salado. Es un entronque
de lo dulce con lo salado. Tal vez mueran por no saber estar en lo salado y
aquel sabor dulce que más de una vez hicieron vibrar su vida, ya no lo encuentren
en aquel desplegado vado de agua salada.
El Mofeteo del iracundo rio va sembrado una vida que sus elocuentes aguas dan
tributo tambien a la destrucción. Por eso las cosas en abundancia pueden ser muerte. La muerte es el silencio
del agua y de la biología, por eso un rio demasiado atado con agua puede ser la antivida, y sin agua
tambien la antivida. Por eso al granarse en estos pabellones de tierras se yergue como una estocada de briosos estímulos. El
ocaso no muere y se perpetua en aquel acallantado topete de agua que se pavonea
sobre las simientes tierras de la Meseta. Mesa alli originada por los pliegues
de las tierras, del fuego, del aire, del agua. Nunca sería posible hablar de
ella si estos cuatro elementos no estuvieran
presentes desde un inicio. El somero tiempo de la eternidad pudo batallar los
cinturones y elevados tapices que cubrieron aquella dilatada Mesa partida por
el espesor de un Rio que batanea sus espectro escenario. Es un nido de agua, es
un nido de peces, y de animales que se cuelan en aquel gran colador que hace
florear las aguas para llevarlas a puerto seguro como es el Mar Caribe. Alli
esta latente aquel rio, que se cimarronea con las turbulentas aguas, pero
tambien, con las aguas que lentamente se desplazan cuando estas han pisado la flaqueza
de los cúmulos. Alli se puede notar un rio tranquilo, que todos los animales de
lejanos horizonte pueden bajar a
calmar las tormentas de su sed. Te baja
el tigre, el chiguire, el acure, la lapa, el león, los morrocoyes, los sapos,
las culebras. Se filtran en aquellas pajas gramíneas que han adornado las
orillas del rio. Alli el rio con un sol que estalla sobre aquellos brocales contubernios que se alojan en la orilla, he alli aquellos
horizontes que se observan en toda la dimensión del rio desde donde comienzan
hasta donde desemboca, he alli aquellos platanillales que se arrostran sobre
las palmarias solapas del rio. He alli aquellas lumbres de aguas que se van
resoplando a lo largo y ancho de aquel manantial del rio acogido por aquella
Meseta que le hace el señorío atribulado por los años y la tempestad del
tiempo. Alli tendido y balbuciente va cuajando muchas vidas, que hasta ahora ha
sido y es vida. Su aventura no termina, y va granjeando los dias, los meses,
los años, los lustros y los centenares de años que le queda por vitalizar
vidas. La noción del tiempo no mengua
sus atribulados dones que le ha brindado a una meseta, pero tambien una
humanidad que se ha colocado con el tiempo en este dimensional territorio. He
alli desde que los palenques fueron habitando poco a poco las orillas de aquel
arsenal de agua que se convirtió para ellos, el alborozado arsenal de vida. Rio
que no muere, rio que se hace elenco de vidas de peces, de pájaros, de
anfibios, de batracios, de bípedos, pero tambien de antrpos que fueron
plasmando su vida alrededor de Él. Los
dias van cayendo silenciosos, los dias van abrumando lo seres vivos, pero su
cajon de agua se hace indeterminable a pesar de los azarosos tiempos que pueden
ir viniendo.
Los Dioses
que Determinan la Naturaleza.
Antes que naciera aquella solapa
terráquea, ya existía aquella luminaria que resplandecía en aquel infinito
firmamento trebolado por los astros, las estrellas y planetas. Se acerca el bing bang y hace una
operación energética que va formando
planetas poco a poco en millones de años luz. No se detiene la operación por la
chispa de la inteligencia de un Creador esta haciendo su trabajo interminable.
Sibilino es el tiempo, pero aguerrido son los espacios de aquellas pelotas que
se van formalizando en el espacio sideral. Se dispara la locomoción, se pone en
movimiento todo un contorno de sincronizaciones que van dando como resultado
una galaxia que va cubriendo los espacios vacios de aquel infinito sin
palabras, sin voces, sin seres, sin animales, sin plantas, sin especie, sin
aire. Es un soterrado silencio que esgrime el impávido miedo para quien fuera
un ser animal, o tal vez un ser vegetal. Se van
formando seres, porque hay dioses que se conjugan y se juntas para dar
como resultado la vida. He alli el dios sol, he alli el dios agua, he alli dios
aire, he alli el dios tierra. Ya hay un apareamiento que va sincronizando
vidas. Se van jaloneando con el devenir del tiempo como lo dijera Heráclito. Se
forma aquella pelota, pero aquella pelota va creando los elementos necesarios
para hacer brotar la vida. Hay un sol,
hay una luna, hay oxigeno, hay hidrogeno. Ellos se ligan, se aderezan y van
resultando especies que luego van resultando vidas en aquel formalizado planeta
que llamamos tierras. Vienen las especies vegetales, vienen las especies
animales y del animal surge el hombre. Es el ántropos erectus que se hace un bípedo correteando por los
lares de África, de Asia y se despliega por todos los escenarios terráqueos.
Se
cuela el antropos por una ventana que ha abierto la propia naturaleza. Ella es
asi, tan dinámica como la misma energía que no tiene parangón. Miles de años
antes de que Jesús llegara al planeta tierra, ya se habia concebido una raza
que habia llegado por el estrecho de Bering. Fue el estrecho de la aventura
humana. Caminar por instinto no fue la
terquedad de aquella raza que sintonizo
con los animales y las plantas de aquel enervado espacio que se presento
en un tiempo que la misma naturaleza sincronizo con Siberia y ALASKA. Ella
permitió y quiso que los homos
erectus transitaran hacia un territorio de lo desconocido. Hubo
motivaciones especiales. Caminar y adentrarse en aquellos inhóspitos suelos
fríos plagados de fieras, plagas, de una
naturaleza virgen ante la mirada y el palmoteo del antropos, no era imaginable.
Vegetar por aquellas inconcebibles montañas, montes, arreboles y tantas zonas
quebradizas por la misma naturaleza, era un riesgo, pero bienvenido el riesgo
que tributa la valentía. Aquel desplazamiento se hizo lento e instintivo. Habia
toda una mescla de miedo con valentía, aquellos cuerpos, aquellas mentes que
todavia estaban en una situacion de precariedad, iban avanzando en el caminar
de los dias y de los años. La humanidad ha ido en un proceso de evolución y la
evolución en la especie es indetenible. Alli va poco a poco con los años y los
siglos creciendo en conductas, pensamientos, procederes. Alli con los 5
sentidos va ahondado la mirada, va absolviendo olores, va gustando de muchas
especies animales, pero tambien de especie vegetales. Alli con sus manos y pies
va correteando miles de kilómetros, va por terrenos altos, bajos, fríos,
calientes, templado sami fríos, semicalientes, va tomando rumbos, retrocede, se
inclina, medita, avanza, retrocede, se decide, vuelve a retroceder, vuelve
avanzar, entra la inquietud, no se detiene, amanece, oscurece, come, caga, mea,
pare, siembra, silba, grita, llora, se intranquiliza,
caza, monea palos, quema monte, rebuzna, salta, muere. Se vuelve a levantar,
guiñe, es ocioso, descansa, fabrica canoas, se enrumba por montes insólitos
claros, oscuros, penumbrosos, avasalladores, llenos de serpientes, de
arácnidos, culebras gigantes, mato de aguas, tigres, leones, dantas. Alli va
con aquellos tajos, con aquellos avances que no son colosales, pero alli van.
Un amanecer les da para ponerse en movimiento, un anochecer las siembras de
sueño en un chinchorro, pero tambien en la altura de una mata, alli
entrecruzado con las ramas, echan sus
sueños. Pasan su rato de silencio con una flecha terciada a la espalda. Se
bajan de nuevo, toman rumbo, van en búsqueda de una presa, corren veloces sobre
ella, la gritan, la agarran o la flechan, pero alli van en la trémula noche del
olvido, para un luego amanecer. Vuelven de nuevo a la faena dejada atrás, no
hay descanso, la vida le ha impuesto un ritmo, y la naturaleza esta en
movimiento. Los bruscos vientos sacuden aquellos arreboles donde hay
rancherías, alli en las rancherías hay grandes movimientos, los movimiento de
aquellos hombres, mujeres, niños y muchachos desnudos semidesnudos, van
comiendo alagunas cosas especiales para la gastronomía. Se presentan riñas hay
gritos, hay dolores, hay furias, hay rabias, hay venganzas, hay tormentos, de
repente agarran un palo, un piedra, se enfurecen, entran en batalla, hay una algarabía,
hay sangre, hay mierda, hay excremento, hay sacudidas, patadas,
estrangulamiento, hay griterías. Se tuerce la mañana, o se tuerce la tarde,
pero hay un silencio sepulcral sobre aquel escenario preñado de insultos,
preñado de balbucientes palabras, hay quienes forman su grupo aparte, para
hablar sobre el delicado momento, asi van avanzado aquellos hombres y mujeres
que se van internando en aquella Amazonia de los miles de detalles ecológicos.
El travieso tiempo los va cuadrando ante aquella naturaleza inhóspita,
aguerrida, selvática, silenciosa, abrumadora, sepulcral, el aguerrido griterío
de los pájaros, el zumbido de las plagas enorme cuadriculadas, tábanos
aguerridos, fieras fastidiadas por galopes de animales que los atacan,
microbios bien formado por esa naturaleza de antaño, aguas que destilan por
serranías y grandes serranías que van abriendo estrepitosas caídas de aguas de
aquellos acantilados y reservorios de aguas que a la ciada de lluvias
estruendosas van salpicando sabanales, aquellos cielos nublados de sempiternas
nubes que se ponen como indecorosa brisas salpicadas sobre aquellos escenarios
vulgarizados por la misma naturaleza . Galopa el tigre, galopa el león, la
danta, y cuanto animal se escenifica sobre aquella faz terrestre. Se atornilla
aquella naturaleza con los movimientos de cada animal. Es la naturaleza en
movimiento. Hay toda una termodinámica funcionando en aquel escenario. No se
detiene y es palpitante mientras existan los seres vivos, exista el sol, el agua,
el aire, Alli va andando aquella raza que algún día cruzo estos galopantes
escenarios y se esta acercando a la Orinoquia, cientos de años le valieron en
entrar y salir, retroceder, avanzar, hacer sus incursiones e ir adelantando
escenarios hasta formalizar en cada escenario un rancherío. Llegaron a la
Orinoquia poco a poco. Porque poco era como esta raza iba avanzando hasta
cubrir rancherías a lo largo de aquellas aguasales salvajes que se estrechaban
los unos los otros, aquellas selvas, aquellos sabanales, aquellos esteros,
aquellas serranías que salían de vez en cuando al tropezar la mirada del
horizonte. Todo se iba consustanciando con el ajetreo, los pies y las manos de
aquellos aguerridos humanos, que iban venciendo los obstáculos que la misma
naturaleza les proveía. Eran hombres y
mujeres que los dioses no les abandonaban, alli estaban cercado del dios
agua, del dios aire, del dios sol que le daba el calor el fuego, por supuesto
que la diosa tierra no los desamparaba, pero la misma que los habia parido,
perro era la misma que los tragaba, y los desarticula de los movimientos
biológico y de la termodinámica del funcionamiento humano.
De la Orinoquia al Pao y del Pao al Gran Rio.
Una vez
que las rancherías habian cultivado los escenarios de aquel ampuloso Rio hasta convertirse en hombres del
agua, estos recibirían el nombre de waraos. Ese hombre Warao tomaría el nombre
del medio, del dios agua, de una consustanciación por sus habilidades náuticas,
o sus habilidades del nado en aquellas grandes curiaras o canoas que se le
hacían fácil al tomar grandes palos y hacer de esos palos unas grandes canoas o
barcas para trasladarse por el agua de un lugar a otro. Los ríos eran sus
nuevos caminos, los ríos eran sus guías y sus orientaciones para llegar de un
sitio a otro. El instinto no se perdía con estas orientaciones. Se bajaban por
la corriente, remontaban contra la corriente, sufriendo mas cuando iban contra
las corrientes de los ríos, cuando los ríos eran de brusca corriente que podían
arremolinar las aguas. Sin embrago, las cosas dependen de la practica y los
indios se habian acostumbrado a estas faenas, que ya era un modo de agua en
aquellos escenarios de aguas que se revolcaban en aquellos cajones de agua
dinamizadas por los grandes aguaceros que le caían de pecho a estos cajones.
Alli en esos cajones de agua deliraban todo tipo de peces, saltaban en aquellos
tinglados de aguas. No se diga de aquellos grandes caimanes monstruosos, sacando
sus emblemáticas bocas para atenazar
cualquier especie que le fuera apetecible para su gastronomía. Alli iba tambien
las babas, los tiburones, los tembladores haciendo sus descargas contra
cualquier animal que intentara cruzar sus fronteras .Allí garzas blancas,
garzas rosadas, animales sobrevolando aquella
empacada agua deslizándose por aquel anaquel de tierras duras. He alli el
hombre warao observando aquella naturaleza inhóspita. Se decía para sus
adentro: --- ¿Podre vencer o no vencer estas severas aguas que han hecho de
estas tierras un acantilado de aguas?-----El tiempo lo iba a decir, y de ello
no habia la menor duda, pasaron centenares y lustros de años en que la
costumbre hizo la ley, y ya los waraos con el tiempo tenian su dominio. Tierras
de circulares rocíos, de panorámicas agua, de verdes praderas remontando
serranías, plazoletas, pero tambien hincando su vida sobre alta selva que no
dejaban respirar a nadie. El broquelo de los animales consustanciaban una
escena digna de colorido, ante una faz que cada día se veía cautivada por los
seres vivos. Siempre habia existido el ánimo en aquella raza indómita que se
sometía a los vaivenes de los escenarios ecológicos, muy puros para aquellos
tiempos. El día tria una nueva hazaña, los dias no eran rutina, de alguna
maneras habia una novedad en aquel palaciego suelo de las miles de aventuras
ejercidas por animales y tambien seres humanos. Era una selva y unos sitios que
se iban humanizando con la presencia de aquellos antropos que habia cruzado la
Amazonia para aterrizar en aquellas longevas tierras de la Orinoquia. Alli iba
creciendo una nueva situación, las tierras para aquellos incognitos seres iba
levantando vivencias y hábitat que perennizarían las lúgubres aguas de aquel
territorio extensos en marcar la pauta de múltiples peces que cada día se
introducían en aquellas tierras de ancha y crucial vivencia. Allá en el Pao
existía un escenario virulento por la cantidad de animales palaciegos que cada día
se iban multiplicando, cuando el espacioso territorio que los observaba con el tiempo,
fuera nutrido por la vertiente inteligente de aquellos seres vivos que comenzaban
a desplazarse por otros senderos, tenian como guía los ríos, alli en el Orinoco
desaguaba el Pao, y este iba a ser su
guía hasta introducirse tierra adentro por los senderos de la zona Norte hasta
penetrar en tierras desconocida. El Epígrafe de la vida es asi, corto, pero
buscando la veteranía de ser nómadas. El aterciopelado cielo les daba la
garantía de irse colocando en aquellos terraplenes de tierras, pero tambien era
la intuición de ir hacia adelante hasta adentrase en tierras inhóspita por la
misma curiosidad del ser humano. Alli van ciertos indios que retoman aquellos
parajes, alli van Pao, Wuayo, Cuato, Raigo, Aguato, Anato, ruano, Suvato,
Otaca, Guasicama, Otoñaos. Guareto, Guacho y Bauco. Habian sido herederos de
todos aquellos aborígenes que se habian interconectado cono la Amazonia y la
Orinoquia. Esto habia marcado toda una ruta que con el tiempo seria el transito
y la levadura de una raza que se iba haciendo fuerte por su hábitat, por sus
costumbres que ya eran fuerte en aquel invernadero espacio, Aquel escenario se
iba embridando por los impulsos naturales de una raza que comenzaba a impulsar
otro escenario muy diferente a las floras o la faunas. El toleteo de la vida
surcaba un horizonte rayado por la inteligencia, la sabiduria tal vez no muy
profunda, pero si por encima de la conducta de un león, un mono, o tal vez un
tigre. Los aborígenes jugaban otras cartas ante un silencio de millones de años
de una selva inhóspita y secular que se hacía aletargado por el tiempo y los
cimarrones animales que vegetaban en todo aquel escenario que cada día se
perfilaba en una batalla por permanecer y ser en aquellos paraje ante una raza
que cada día se afirmaba e iba creando condiciones antropológicas para saber
equilibrase ante e ante la fauna y la flora. Alli estaba el gran reto de aquel
revelador momento que iba aflorando unas condiciones para vivir, pero tambien
para protegerse. No era una vida confusa
y agitada por los vaivenes de la existencia. Es la vida misma que se va
dinamizando en aquel escenario que no de otra, sino ir mutilando senderos y
abriendo espacios. Ante la presencia del antropos, es verdad que la selva va tomando
un ritmo diferente. Ya la selva, las espesuras, los sabanales, las alturas, los
picachos de monte, aquellas alturas insólitas y hasta misteriosas han sido
prorrumpidas por la mirada del hombre, y en este caso particular por la
presencia del hombre venido de Asia. Poco a poco le van dando larga y se van
metiendo por las espesuras y aquellos sabanales que cubren al Rio Pao. El genio
de aquellos hombres va surtiendo un efecto elemental en aquel escenario
cubierto de muchas matas, arboles espinales, mayales, cardones, ceibas, pata de
ratón, de pardillos, guatacaros, almendrón,
jabillos, cartanes, muchas gramíneas en algunos espacios abierto. Alli donde
hay una celada vacía de matas y arboles los aborígenes comienzan a sembrar de
rancherías aquellos tumultuosos montes y
hasta redobladas arboledas, que con el calor de la naturaleza se habian hechos
intricadas de muchos árboles tupidos. Los dias, los meses los años, los lustros
van cultivando el ánimo en aquellos pingues hombres del desnudo, de la flecha,
de la macana, de la piedra, del palo, de la hierba, de la caza, de la pesca, de
la siembra, de la canoa, de la cerámica, del sueño, del despertar, de la cría,
de la búsqueda y del futuro hacia una nueva eventualidad. Hay todo un concierto
de eventos que van a trajinar en el futuro aquellos allegados que van haciendo
camino en el galopar del tiempo. Por supuesto que las costumbres no las cambian
de un día para otro, sin embargo, en ese portatalismo que tienen se inclina la balanza para ir combinando
situaciones, porque la proxemia del ambiente le va brindando otros valores y
otros tipos de hábitat. Der alguna manera los escenarios hacen a los hombres, y
en esto los Waraos, guaraunos, que son los mismos caribes van haciendo
destellar visiones distintas en aquellos escenarios selváticos. Llegan al sitio
a un sitio que no tiene nombre, pero ellos le ponen nombre, el nombre del Pao.
Bautizan aquel afluente con el nombre de un gran indígena que se habia debatido
en esta área desde hacía algunos años, cuando otros se habian empezado a
adelantar en aquella pantagruélica y rocambolesca selva de millares de kilómetros que no había
sido tocada por ningún pie del antropos. Era
la novedad de un escenario que
acribillaba toda situacion nueva. Adaptarse no era una cosa fácil. Los
aborígenes entraban y volvían de alguna ranchería fija, para luego ir
adaptándose poco a poco al ir sembrando de rancherías aquellos parajes que
estaban alli a la orilla del rio Pao. Un rio que desemboca en las riberas del
Orinoco. Un rio que llevara el nombre por la cantidad de carey, y de terecayas que se daban en aquel acantilado de aguas,
pero el indio más bravo de aquella zona habia tomado el nombre de estos seres
acuáticos, pero tambien terrestres. Ese río y su desembocadura le ayudo de
alguna manera a penetrar rio arriba a estos aborígenes hasta insertarse en
aquella montaña impávida por vegetaciones y carrizales muy tupidos. Despues que habian preconizado aquellas
entradas, casi todos los dias iban agarrando anchura y vivencia en aquel
escenario inhóspito de selvas tan llenas de arboles de unas alturas inmensas,
el ruar de las ranas, de los sapos en muchos acantilidados formaban un
sinfónica de laberintos en aquella siniestra montañas. Alli el grito del aborigen
que cada día se tornaba duro en su avanzada y en su vivencia mantenia una
lealtad con la zona. La zona les iba creando un hábitat que luego en cientos de
años formarían toda una comarca agrestes y de pormenores sobrios. Indios
Arawacaos, Caribes iban dejando huellas de sus caminatas, de sus hijos que
obtendrían despues de un encuentro sexual con sus hembras. Sus huellas han
permanecido durante todo un tiempo. Sus huellas permitían adentrarse hasta los
copos de aquellos carrizales. Llegaron hasta las Bocas de aquel Rio y luego
alli formalizaron unas rancherías que permitía central una base para luego
desde alli bucera otras zonas y asi permitir avanzar y explorar otras zonas que
los llevaría hasta el Mar Caribes. Tamaña hazaña se formaría en la mente de
aquellos hombre y mujeres que su vida era la nomadia. No tenian parajes fijos,
la inquietud, lo asombroso siempre lo tenian en mente, y los avances de espacios era un rutina en su mentalidad.
Por ello era muy difícil que se quedaran en un solo paraje. Cuando se
establecieron en aquel paraje que hoy se denomina Boca del Pao fueron avanzando
hacia la parte Noreste hasta llegar a lo que es hoy Pariaguan, rancherías que
estaban sujetas a todas la rancherías que se habian forjado alli lo que
era y sigue siendo la zona de las Bocas
del Pao. Alli tremolo la vida de aquellos salvajes que ser habian ido
formalizando con su hábitat y costumbres, aunque sus costumbres las traían
raída desde tiempos inmemoriales. La porfía del tiempo, la entrega cotidiana
iba amasando en ellos un tipo de cultura y tambien un tipo de idiosincrasia que
se consustanciaba con todo el ámbito, el
ecosistema, se creaba asi una relación de proxemia. Todo un conjunto, todo un
hábitat, pero un hábitat que se podía convertir en una ensenada portátil,
porque ello no determinaba lugares, sino que los lugares lo determinaban a
ellos. Alli en el Pao se cuadraron con aquellas llanuras, pero tambien se
cuadraron con los arreboles de la selva y los acantilados de aguas que surcaban
aquellas tupidas y serenas selvas tupidas por grandes árboles, pero tambien
arboles de bajas estaturas. Alli en
aquel paraje colocaron una ranchería de veinte bohíos, en cada bohío habian por
lo menos 5 personas. Esto permitió en un primer momento mantener una solidez de
hábitat, que con el tiempo y el parir de algunas mujeres, se iban integrados
otros seres en aquel determinado
escenario. Los dias pasaban
impávidamente, la luna cumplía sus momentos de estaciones y los aborígenes le
guardaban su culto. Sol en el día y luna de noche en algunos dias de menguante.
Alli atisbaban escenario de culto y de adoración a aquellos astros que solo son
las huellas de Dios verdadero. Aquí en el
Pao construyeron una vida. Se fueron adiestrando a los quehaceres cotidianos,
la pesca, la caza, la siembra de yuca, batata, plátano, maíz, ají, frijoles,
caraotas y algunas hierbas muy conocidas en su hábitat. Esperaban que los meses
de abril, mayo, junio, julio, agosto y septiembre les sirviera de plataforma
para la siembra. La fisiocracia un gran elemento determinante en su vida, si
llueve se siembra, si no llueve no habrá nada. Cuando habia momentos o dias que
no lloviera era un mal augurio para aquellas tierras. A veces caían chubascos
repentinos y aquello despertaba movimiento y algunos animales que estaban
solapados en cuevas o sitios recónditos, lo que permitía que aquellos
aborígenes le pusieran las manos sobre lustrosos cuerpos: cachicamos,
morrocoyes, terecayas, iguanas, rabipelados, monos, araguatos que se ponían en
movimiento. El tigre se ponía a la defensiva, las dantas, los leones. De alguna
manera el aborigen iba dominando aquellos insólitos animales que se creían
reyes de la selva. Los aborígenes no mermaban sus estrategias para poder
sostener las razias de fuerza que tenian aquello animales indómitos y salvajes
que la selva les imponían. Eso, si, eran muy cautelosos para liquidarlos, sin
embargo, a pesar de cautela, muchos aborígenes murieron bajos las garras de
aquellos erguidos animales que presentaban un carnibalidad con sus horrendos
colmillos que asustaban a cualquier ser humano, cuando no tenía a su mano una
fiel defensa. Su boca, sus colmillos y la destreza que tenian en su patas y en
su boca era un gran peligro para el hombre que habia tenido la dicha de
ajetrear aquel indómito escenario de lo desconocido, pero que ellos, los
aborígenes se iban imponiendo poco a poco sobre aquella vetusta selva. La
historia iba diciendo si aguantaban o no aguantaban, la lucha era cotidiana. El
acecho esta alli mismo en sus propios escenarios. Cada ser humano estaba en el
acecho de una naturaleza vertida de luchas intestinas entre animales y
vegetales, ahora venia una tercera especie: El hombre. El hombre que no habia
nacido con aquellos ramales de arboles, ni con aquellos animales, ni tampoco
con aquellos ríos, riachuelos, ni menos con aquellos hábitat que estaban
sembrando en aquellos sabanales ni la incógnita
selva fierosa. Alli tenia que luchar con el microbio, con las especie
mosquitos, tábanos, garrapatas, niguas, avispas, abejas, moscas, moscas verdes,
gusanos, gusanos de matas, palos, gusanos peludos, gusanos que tienen espinan y
cuando tocan a alguien provocan piquiña y alergia en el cuerpos. Con todo estos
seres tenian que luchar cotidianamente los aborígenes., No eran cosas por
tiempos si no todos los dias. Luchando en ese galopar estos aborígenes con los
hombres mas secuaces y mas indómitos fueron desplazándose hacia la parte Norte,
fueron rumbo a lo que con el tiempo se llamaria El Rio Dunare. Para llegar alli
tuvieron que enfrentar aquella área que ce alguna manera tenia sus partes
planas, y llenas de mucha gramíneas, y muchos sitios que no eran arropados por
la selva silvestre, sin embargo cuando comenzaron a abrazar aquel territorio
fueron encontrándose una tupidos bosques llenos de cuantos bejucos, pardillos,
robles, guatacaros, guamaches, cocales, palmeras habia en aquel escenario. Era
menuda cada especie vegetal, no se diga de los
animales silvestres que bullian en aquel huidizo terreno. Alli estaban y
alli tenian millones de años produciéndose y viviendo la intemperie del tiempo,
lo mismo se puede decir de aquellas vegetaciones que se iban perpetuando a
través del tiempo. De alguna manera los aborígenes fueron trepando terrenos
hasta formar sus palenques alrededor de lo que sería con el tiempo el Rio
Duanare, su nombre un legado del Cacique Dunare, quien se convirtió en un
legendario guerrero de aquella selvática montaña que cubrían toda una
eventualidad y un concierto de admiración por sus elocuentes vegetaciones
silvestres y su ambulantes animales que se paseaban por aquellos altercado
terrenos. En cada escenario que fueran habitando aquellos indigentes hombres de
la selva tenian que bregar con los
escenarios de la flora y tambien de la fauna. Era una dinámica del ecosistema
que estaba alli presente. El hombre sin el ecosistema no puede vivir. Su
existencia se debe a Él, y en él es como se moviliza y se sostiene. Imaginarse
una tierra sin ecosistema es como imaginarse
al planeta Marte, que no tiene ninguna flora, ni tampoco ninguna fauna. Por
eso, las proxemia es un modo de la vida
de los seres vivos interconectados. Sin embargo, es factible que las plantas y
los animales puedan vivir sin la
existencia del ser humano, porque de alguna manera cuando el ser humano
es avanzado en su mente, la naturaleza comienza a ser destruida por esa mente
humana. Cuantos escenarios en la tierra no han sido destruidos cuando el hombre los usa con malos propósitos. Por eso en ese
rincón del Gran Rio se iba levantando una generación de aborígenes que luego
por su forma de ir fabricando sus chozas, sus bohíos se le denomino palenques.
Todos los laterales de aquel gran Rio hasta llegar a la desembocadura del Guere
fueron de palenques. Alli en aquellos parajes habian niños, jóvenes, adultos,
mujeres y hombres. En aquellos parajes vivían, morían y se multiplicaban. Alli
en aquellos parajes cazaban, pescaban, sembraban la yuca, el maíz, la batata,
los frijoles las caraotas, el ají, el plátano, la guayaba, la guanábana y una cantidad de hierbas
propicias para curar muchas enfermedades. Alli en aquellos parajes los palenque
sufrieron, les daba enfermedades, pero tambien tenian el sistema de enterraban los muertos en tianajitas, fabricadas de tierra
cocida, como las muchas que se encontraron en el siglo XX en los parajes de
Mamon Raíz, Granadillo, la Bernaera, La Culebra, San Antonio, La Lagunas, San
Rafael de Unare y El Batey. Alli los aborígenes habian aprendido otro lenguaje
que la misma naturaleza les imponía.
Alli aprendieron a defenderse de fierras bravías como el león, el tigre, la
danta el caimán la culebra de agua, las
serpientes venenosas, la araña mona, el jaguar, la danta, la baba, los perros
de aguas y una cantidad de animales que con el tiempo fueron desapareciendo por
alguna peste o porque el mismo aborigen
las fue liquidando poco a poco. Con su presencia se estaba generando un
contubernio de cosas. Una selva bajo los pies del hombre va recibiendo otra
nomenclatura. Se va convirtiendo en una selva humanizada aunque los aborígenes
no tuvieron muchos adelantos mentales, pero su presencia que era muy diferentes
a los animales y los vegetales era otro escenarios violentado por otras
significaciones que no tenian ante del llegar el antropos. Hay una nueva visión
hay una nueva eventualidad.
Y la
Meseta se Hizo Ranchería.
Jamás
habia existido una ranchería antes que el hombre divisara en aquel escenario donde más tarde se formara una
ranchería. Las rancherías no pasaban de
10 personas en sus comienzos Aquella
ranchería habia comenzado porque antes que existiera, ya se habian formado
algunas muy cerca de la Meseta. Se habia formado la ranchería de El Batey, del
Urapal, de la Culebra, de Mamon Raíz, de la Quebrada de Salsipuedes, de El Corozo,
de la Madre Vieja, de lado a lado del Rio se habian formado mucha rancherías y
aquellas orillas de aquel gran rio estaban cobijada por muchas rancherías ya
que el Gran rio les servía de medio acuático, pero tambien para alimentarse del
agua, de lavar, de cocinar, de bañarse, y por ello estos palenques habian
formado sus rancherías con cercados de tuna, cardones, Guamachos, mayas que se
daban mucho en aquellos parajes, usaban los horcones, que eran palos gruesos
como el roble, pardillo, guatacaros, quiebrahacho, el saldé, cedro, cují negro,
cují blanco, habia en aquel escenario todo un baluartes de maderas propicias
para las chozas que se iban fabricando por parte de esta gente que estaba
agarrando escenario. Estaban montados sobre el terreno, y alli iban expandiendo
chozas tras chozas hasta formar una ranchería de sabuesos hombres que tenian el
tupé de desafiar aquella naturaleza que nunca habia probado la presencia del
hombre. Alli estaban y la naturaleza le tenia que dar su aprobación. La
aprobación era vivir alli a pesar de los alicates que la misma fuera
proporcionando en la medida que ellos fueran experimentando su propia vivencia.los
desafíos estaban al orden del día, y la melancólica situación trillaba las
conductas de aquellos imberbes hombres que poco sabían de aquellos estrados
escenarios recién comenzados a vivir. Nocivo era el tiempo que comenzaba a
envenenar aquellas almas recién refregadas en aquellos montones de arboles
suscitados por la misma biología que le habia suscitado a todo especie. Un lenguaje nuevo acrecentaba la
comunicación, una comunicación casi igual a los de los animales, cual podía ser
la copia de aquellos aborígenes, donde podían calcar el lenguaje. Ellos de
alguna manera imitaban cada expresión de los animales y sobre todo los gritos y
los cantos de cada animal. Ellos poseían ese talento para emular cualquier
gesto de los animales, tal vez por poseer una inteligencia más allá de los
umbrales de ellos, podían tener un dominio sobre aquella naturaleza floral pero
tambien sobre la naturaleza zoológica.
Alli en aquel paraje se comenzaron a suscitarse nombres, como: Tabares, Maita,
Guillen, Guaracuto, Guaipo, Caigua, Caico, Guano, Guasimo, Acato, Booba, Guata,
Guaya, Guayacán, Anaco, Sacata, Praguacuto, Payare, Sabucán, Mapire, maya,
Gatillan, Mauca, Macayo, Macaco, Macaraconi; tambien sobresalían mujeres con el
nombre Auca, Achota, Mariara, Macara, Maipa, Aguata, Guatanare, Suava, Castila,
Bauca, Tuata, Cuaca, Ruana. El torbellino de nombres iban posesionando sobre aquel alero
de matorrales, gramíneas y bosques tinglados por la aspereza de la naturaleza.
Habia toda una novedad en aquel insólito escenario de la Meseta. Meseta que con
el tiempo se haría un rincón de un poblado.
Significa, esto que cientos años
hacia atrás, no pudo subsistir a los grandes aluviones de aguas que
se habían activados con desastres en periodos ancestrales. Ellos iban
torreando la vivencia, la vida, la crianza de los hijos, la caza, la comida, el
vestir, el agua, las enfermedades, el sexo, las andanzas, los retos , las
peleas, la formación, los niños, la religión, la trascendencia. No faltaban
tambien los piaches que eran los médicos y sacerdotes para aliviar los dioses y
curar sus enfermedades. Alli habian llegado, pero una porción de ellos buscaba
refugiarse en otros aleros de aquel rio que envolvía la vida de aquellos
cimarrones hombres y mujeres que iban cobijando todos los escenarios de la
costa del Rio. Alli en el Gran rio bajaban, nadaban, pescaban, y bajaban en
curiaras y canoas hasta el Mar Caribe. Era un elemental cajon fluvial para ir
hasta el Mar y alli recoger la sal como lo venían haciendo desde hacía siglos,
cuando los guáranos, los Waraos y demás aborígenes habían descubierto este gran
paso para ir hasta la vertiente Mar Caribe. La distancia se podían hacer
largas, pero los aborígenes no tenian fronteras para este tipo de quehacer.
Tenian la libertad, que no podían tener los invasores españoles como la tenían
ellos. No tenian cerca de alambrados, como lo hacían despues los españoles con
sus cerca de mojones, alambradas y cercados de palos y botalones. Su vida era
lo más sencillo que se podía manifestar. Pasaba en ellos que todavia no habia
llegado a sus manos la etapa del hierro, donde pudieran hacer herramienta que
fueran tan dura como ese metal. Apenas ellos, los aborígenes manejaban la
piedra, los vegetales para tal fábrica y demás enseres que pudieran tener a su
alcance. Las herramientas todavia eran muy
rudimentarias. Las indumentarias no eran de avanzado estado de
desarrollo. Claro todo con el tiempo iria mejorando en cuanto que entraran las
necesidades del tiempo y de aquel aborigen que apenas se estaba instalando en
este vericueto lugar. Con el tiempo y los años seria un lugar que tendría otra
visión placentera para aquellos palenques que se habian filtrado en estos
terrenos de nadie, pero que ellos se hacían alguien en este lodazal escenario,
abrigado por las corrientes de Aguas del Gran Dunare. Fueron invasores que
fueron ascendiendo sobre los copos de aquellos arboles gigantes y pequeños que
tenian la ligereza de las ramas y el cobijo de un paragua. Ante las calurosas
temporadas, que fue cuando se desplazaron, entraron como ebrios en una situación de desespero por alcanzar una
nueva vida en aquel virginal escenario. Ya la nostalgia habia quedado en el
pasillo de aquellos grandes montes, selvas y sabanas que en algún momento les habian servidos de defensa y de abrigo.
Otro abrigo trae una esperanza, pasar un tiempo en una ranchería que de alguna
manera era otro cobijo en ese andar de la vida que flecha los destinos de una
raza. Alli la luna y el sol eran unos dioses que se mostraban como con cara de
piedra que mutilaban con su presencia aquella selva que era tan inhóspita
cuando las tinieblas anegaban aquellos espacios. Los aborígenes habian comenzado a abrir
caminos. La trilla cotidiana iba perforando aquellas meseta que en una
temporada habia sido intricando y compleja para asir una caminata sin
tropiezos. Abrieron caminos tanto al Sur, como al norte, al este como al oeste.
Abrían caminos para buscar algo, o devolver algo, abrían caminos para cazar,
para pescar, para buscar agua, para buscar alivio, para buscar animales, para
cazar, para buscar sal a las orillas del mar Caribe. Por esos caminos iban
retozando la vida, la intriga, la novedad de algún animal que se les fuera a aparecer
como una sorpresa en medio de aquel vendaval de complejidades. Mustios momentos
tenían que pasar aquellas legiones de aborígenes que habian comenzado a
apertrecharse en medio de aquel espacio y tiempo que habian conquistado con su
desplazamiento cotidiano. No menguaban la oportunidad para abrir un sendero en
su propia existencia. El pienso y el luego éxito se pivoteaba en el pensamiento
del aborigen, no existía una realidad que no pasara por su pensamiento. La
realidad era muy clara, no habia otra, sino aquella que vivia con sus propias
dificultades, pero con la intención de vivir, sin muchas preocupaciones, por
ser elementales ante una comunidad como la ellos.
El Piache Guatamoro y sus seguidores.
En una
comunidad siempre hay de todo, y en la comunidad aborigen habia sus maestros y
ciertas complejidades del oficio cotidiano. El piache era el sacerdote, pero
tambien el médico, tenia esas funciones que tiempos pretéritos podían haber
ejercido los sacerdotes del Antiguo testamento. Espiritualidad y medicina: El
Piache Guatamoro habia nacido cerca de la Ranchería de Urupal, pero se habia
deslizado cuando joven hacia la ranchería de la Meseta. En la Ranchería de la
Meseta habia tenido contacto con algunos piaches que habian nacido alli, pero
que con el tiempo habian desaparecido del escenario. Piache habia aprendido
desde niño todos aquellos intrilingues de la plantas y los poderes de los
dioses. Aquellas rancherías comenzando desde el Pao hasta la desembocadura del
Rio Dunare habian tenido como dioses al sol, la luna, algunas estrellas, los
sapos, algunas serpientes emblemáticas que se formaban en aquellos lodazales y
amplios matorrales que se erguían con los grandes manantiales que se deslizaban
entre selvas, medanales, tierra de greda y algunas que otras serranías que se
cubrían de algunas hierbas vitalicias y de gran aliciente para algunas
enfermedades. Alguna que otras rancherías tenian como dios al gran rio Dunare y
todas aquellas quebradas que fueran de enconadas y furibundas corrientes de aguas. Alli en esos dioses ponía Guatamoro
toda su confianza, era sus trascendencia, era su más allá, alli tenian sus
adoración y alli alimentaba su espíritu para combatir todo lo malo e insertar
todo lo bueno en las almas de aquellos hombres, mujeres, niños y jóvenes de la
Comarca de la Meseta. Guatamoro habia nacido de una aborigen que habia quedado
tuerta, porque cuando pequeña se habia caído en una estaca y el ojo derecho se
le habia extirpado. Esto le habia causado cierta molestia sentimental al Piache
Guatamoro. El quería con su aprendizaje de las hierbas y las matas y además con
los poderes de los dioses hacer que el ojo de la madre volviera a ser como
antes, un ojos sano y bello como lo habia tenido su gran madre querida.
Guatamoro para ser un verdadero piache se habia instalado en una choza solo,
apenas tenia tres ayudantes, para que le hicieran los brebajes que preparaba,
pero además de estos eran los que tenian que aprender para tener en sus mejor
momento un relevo en esta conducta espiritual y medicinal. Guatamoro tuvo sus
pasos para llegar a ser un piache, en la tradicion de los Piaches existía
ciertas conductas para este tipo de servicio. El Piache
Palenque más allá del profundo sentido
de concebir la vida como armonía entre lo social y lo natural, también concibe
desórdenes de estos estados los cuales están enmarcados dentro de lo sobrenatural.
El Piache Palenque poseías cualidades y
características que sólo son perceptibles por el mismo. Es el Piache el
intermediario entre El Sol, la Luna, Los
Ríos y Las Lagunas que representa el
espíritu de la enfermedad y las desgracias-
los Wuao, Wuao- espíritu del Palenque muerto- que las visitas en sueño para darles
consejos utilizando a Un Señuo como el
espíritu intermediario. Por eso la iniciación del Piache Guatamoro consistió en
observar muy detenida mente las plantas, los animales, las estaciones de la
luna, las sombras del sol, los rellenos del agua de los ríos y de las lagunas y
de los riachuelos, aquí en estas áreas era donde se daban vida los iniciados en
estas operatividades de esotéricas indígenas u aborígenes. De alguna manera
Guatamoro habia comenzado a sentir algunos mareos cuando aún estaba un poco bastante joven. Eran mareos
permanentes que sentía Guatamoro, en esos mareos Guatamoro sentía un enjambre
de espíritus que los poseían. Algunas
veces caía de platanazos en algunos sitios, y si iba acompañado, los secuaces
se lo llevaban a su ranchería que la tenia muy cerca del Rio Dunare: A veces
quedaba inconsciente y no sabía nada de lo que habia pasado. Guatamoro sabía
muy bien que estos efectos tenian que cundir efecto en su cuerpo y en su
espíritu, ya él estaba en estos andares y por lo tanto no era ninguna sorpresa
tales acontecimientos en su vida. Guatamoro tuvo su suficiente madurez, para ir
haciendo su trabajo de piache a lo largo y ancho de aquellas rancherías que se
permeaban sobre las orillas suculentas de aquel rio que le servía para sus
grandes acciones como es el Rio Dunare. Guatamoro cuando hizo su primer trabajo
curativo se lo hizo a una chica aborigen que padecía de un espíritu maligno. Se
habia convertido en el típico vocero contra las enfermedades y demonios que se
trataban de inmiscuir en el alma de los aborígenes. Esto era una situación que
estaba presente desde que el hombre era hombre y de por si habia tenido
conocimiento de estos episodios que marcaban una pauta mas allá de la realidad
palpable. Estos piaches sabían de los elementos básicos de las matas, de las
hierbas, de ciertas enredaderas, de matas que contenían ciertos sabores
amargos, de las que servían para las diarreas, para la picaduras de animales
salvajes, de serpientes, de alacranes de problemas de dolores en los huesos, de
la regla de la mujer, tenian remedios para cuando las mujeres fueran estériles,
ellos preparaban ciertos brebajes para que pudieran dar a luz en su debido tiempo. Sabían de controles lunáticos
sobre las personas. El caso de Guatamoro era un gran adivinador de las fases de
la luna y esto Guatamoro era un experto. Fueron muchos los casos de problemas
que se le presentaron cuando era un piache de aquella zona unarense. Guatamoro
pulía sus datos cada día. Los aborígenes tenían una gran confianza en esas
dotes esotéricas que poseía, se le considera como a uno de los mejores piaches
que habia en aquel selvático escenario de la Cuenca del Dunare. Guatamoro se
habia convertido como un Juan Bautista en el deserto, sus comida eran simple
para mantener un espíritu de sobriedad ante los episodios que le vinieran.
Guatamoro le hacía ensalmes a los caciques que se iban levantando en aquella
Meseta. Sabemos que el primer Cacique que se habia levantado en esta selvática
región habia sido Dunare, pero eso hacía tiempo de El Cacique Dunare habia
muerto en la erguida aguas del Rio que mas tarde llevaria su nombre. Tambien
Dunare habia sido tratado por mas de un piache. Guatamoro en cierta ocasión
cuando el cacique Guatopo estaba enfermo lo llamaron para que le fuera a quitar
unos grandes dolores que se le habian pegado en la espalda, y el cuello. Lo primero que hizo Guatamoro al llegar donde
estaba el Cacique Guatopo, fue colocarlo boca arriba entre un poco de candela
para quitarle aquellos dolores y luego ponerlo boca abajo, para darle masaje
con unas cuantas planta, lo cual habia preparado un gran brebaje y asi irle
untando aquella pócima sobre la espalada y el cuello. Habian dicho algunos de
sus allegados que aquella brujería se la habia puesto un cacique que estaba
cerca de las praderas y palmares de las riberas del Gran Rio Dunare. Cuando el
piache Guatamoro comenzó a ponerles
aquellas pócimas de hierbas de mastranto, con jabillo, drago, fregosa y demás
hierbas, el cacique Guatopo comenzó a pegar unos gritos endemoniados que los
demás presentes comenzaron a tener miedo por aquellos Berríos que pegaba
Guatopo, cuando el Piache Guatamoro iba avanzado en aquel ritual que le luego
le iba echando humo de tabaco sobre aquel ruin cuerpo de aquel cacique que se
habia esmerado en proteger la etnia de los palenques; que hace rato habían echado vida sobre estas praderas
unarense. Era el año 1200 despues de Cristo. Todavia la bota española no habia
pisado estos senderos naturales lo cual permanecía impoluto ante la atrofia de
los pies europeos. Los aborígenes por lo menos tenian su sentido de la vida
ante la oquedad de una naturaleza virgen que los vitalizaba según el parecer de
aquella raza. Por eso los piaches de alguna manera tenian toda una tranquilidad
natural en toda sus actuaciones. Tenian una liga empática con los decoros
naturales que el mismo universo físico les ibas dictando a traves de sus
vivencias cotidianas. Ella, la naturaleza le iba aportando los medios, los talentos y las defensas para imponerse en el
trajinar de la propia existencia. Por eso Guatamoro siempre sostenía decirle a
la muchedumbre: ---“Para mí la naturaleza es mi gran mama que me apoya y me
nutre mis intenciones vitales, pero es tambien la que me administra toda sus
sabiduria para ayudarlos a ustedes”--. Cierta ves Guatamoro no podía sanar
mentalmente a algunos aborígenes que tenian ciertas ulceras en los pies, y se
habia hecho difícil, dar con aquellas curaciones, se puso a meditar y a
preguntarle a la naturaleza que cual podía ser el remedio básico para curar
aquella dilatada enfermedad, lo cual la naturaleza le respondió.: -- “En mi escenario
están todos los remedios para curar todos los males de tu gente, búscalos,
descúbrelos y veras, que si podrás, porque yo te lo suministro”---He alli la
inquietud de un piache, que a la final se convertía en un gran filosofo de
aquella holgada y asombrosa selva que cobijaba aquellos pantanales de aguas,
pero tambien aquellas trincheras de bosques y matas que se hacían permeables
cundo el pie del hombre iba abriendo
encrucijadas y caminos sobre aquellos vericuetos montes y mesetas que se
horizontalibizaban sobre aquella penuria afinidad de los rastros del tiempo. De
muy buen agrado los demás seres humanos buscaban el apoyo en estos piaches que
tenia la osadía de buscarle remedio a los males que tenia aquel escenario, pero
que los mismos cuerpos y la misma tierra posee. Es la lucha contra una
situacion que esta alli palpable, pero que muchos hombres avezados van
buscándole soluciones a la propia sobrevivencia de los seres humanos. Asi eran los piaches, así vivían los piaches
de aquella localidad hecha ranchería en el marco de la invasión que ellos iban
haciendo poco a poco en todo aquel vendaval de matas y bosques silenciosos ante
la presencia del antropos.
El invierno y el verano...
Acrisolada vivia la selva, acrisolado vivían los
animales por aquella empecinada naturaleza que le ofrecía de todo para su
sobrevivencia. Ya los palenques estaban diestros para este tipo de sucesos. Era
la rutina de algunos meses, de algunas semanas, de algunos dias, pero para el
palenque existía era la estación, y desde esa óptica manejaban las estaciones.
Ya sabían por experiencia e intuición que pasaría en cada estación. Los veranos
se le presentaban como una estación calurosa donde reinaba la temperatura alta,
aquellas temperaturas demolían los arboles y las frenéticas ventoleras que se daban
conjuntamente con los veranos hacían tabla raza en algunos bosques, donde
muchos bosques al tener la madera seca , estos remolinos provocaban la caída de
muchos árboles atenuados por la sequedad de la madera, de los bosques, de los
arboles, de las montañas , de los sabanales y de las mesetas.. Era tiempo donde
los animales se arrinconaban en ciertas zonas donde hubiera aguas para mantener
ciertos bosques verdes como el trinar de los algarrobales. Había lo que se
llamaban los reagrupamientos, y los animales trataban de agruparse para
defenderse de los calores intensos que se ametrallaban sobre aquella zona
tórrida. En esos seis meses de sol abierto y rayos directos a la faz de la
tierra todo los seres vivientes buscaban guarerse de aquella intensa
temperatura, solo la noche podía menguar aquellos agitados calores que se
empecinaban en castigar cada cuerpo de los seres humanos, como de los animales
que cubrían todo aquel escenario. Entonces como era el sol con las vivientes plantas
que se daban en aquel abolengo territorio. He alli un dilema, los arboles, las
matas, las gramíneas, ellas no tienen pies para poder ir de un lugar a otro.
Muchas de ellas morían, al estar alli estoicas y sin poder desplazar su vida de
un lugar a otro. Si el verano era benevolente podían aguantar aquella sequedad
y tambien aquel menguo de agua. Todos los arboles, matas, hierbas son productos
de una manifestación de agua, sin aguas no pueden sobrevivir, ni mucho menos
sobre la ausencia del sol. Los cuatro dioses están unidos a ellas, para que
puedan sobrevivir. Se trata del sol, del agua, de la tierra, y del aire. Sin
ellos es muy difícil que haya vida, con ello hay vida, sin ello no hay vida. Y
por eso en este escenario de la meseta, los veranos se tornaban galopantes como
la misma brisas en tiempo de inviernos. Que le pasaba a los palenques en este tiempo de verano, acaso
se marchaban a otros lugares donde no existiera la sequia, o no existieran los
veranos,. Todo el planeta tierra tiene estas estaciones, aunque hay algunas
partes donde las estaciones se multiplican. Hay parte donde la tierra tiene
primavera, verano, invierno y otoño. Lástima que en Venezuela, no de den las
cuatros estaciones. Y por eso los aborígenes solamente supieron disfrutar de
estas dos estaciones aunque es un país que goza de estas elementales estaciones
en todo su territorio. Sin embargo, en la zona de Guaribe y la zona de la
Meseta donde había una abrumadora mayoría de palenques. Ellos tenian que abrazar estas
dos estaciones, que le habian equilibrado su vida. En tiempo de verano los
palenques tenian que trabajar mas para lograr hacer de la pesca unas situacion
de vida o muerte. Apenas el Rio Duanare, La Quebrada Honda, Quebrada de
Salsipuedes, Rio Guerre, Rio Guaribe le servía de gran aliciente para todos
estos tipos de eventualidades gastronómicas. La astucia de ellos estaba en
mantener muy en alto aquel tipo de vivencia, y hacer que cada mañana se
dispusieran con el anzuela de cacho de venado pescar, de igual manera usaban el
chusmo en zonas donde se viera la efervescencia de los pecados. El gran Rio
Dunare era uno de sus dioses que le producía más alimentos de peces. Alli en
sus curiaras, botes, canoas pasaban el día en su pesca, para llevar algo a sus
chozas. Por sus puesto que corrían el riesgo de los tigres, de la onza, de los
leones o de los caimanes, o de las gran serpientes que se desplazaban entre el
Batey, Guere, Piritu, La Meseta y Azaca. Ellos, los palenques eran los únicos
que abrazaban aquellos escolásticos montes de estos sabanales que se habian
erizado en soledades por antaño. Cohabitaban en aquel universo. Eran los únicos
mensajeros que aplomaban una civilización en aquellos senderos atornillados por
lo inhóspito. Pero alli habia el amanecer de los dias., y la tertulia y sus
dialectos se dejaban oir en aquellos horizontes donde antes se desplegaba
solamente los animales que en millones
de años habían existido. La melancólica sabana, los gruesos arboles, los
tinglados urapales , los jabillos , los guatacaros, los pardillos, los
cereipos, las ceibas, los robles comenzaban a menguar sus hojas que aureolaban
aquellos senderos ante la mirada de un aborigen que se pusiera en los alto de
un cerro o de una selva de altura. El gatillo de la vida de aquellos hombres y mujeres que se pavonean
por aquellos insípidos terrenos, no deja de impresionarles cada día. Cada día
se da un lenguaje y un escenario como si jamás lo habian visto. Pasaba en ellos
que no tenian mucha memoria o retención para ir acumulando datos, la naturaleza
se proveía muchas veces de intuición. Casi que vivían el presente, sin recordar
el pasado aunque habian algunos que guardaban el pasado como los piaches. Habia
toda una diversidad de pensamiento en aquellos mugrosos hombres y mujeres que
se arrinconaba en aquella incógnita
soledad. Alli devaneaban sus gustos, sus éxitos, sus esperanzas, pero era una
vida sin sentido, una vida que se acoplaba a una situacion escéptica y
nihilista. El trasnocho de la vida, hacia donde iban y que pretendían en la
vida. La simplicidad de las cosas no le daba pie para mantener una vanidad, ni
siquiera era su pensamiento. El objetivo no era tener nada. Vivia en el
equilibrio de las cosas, tal vez los piaches tenian mas adentramiento en ese
mundo oscuro de la escatología, alli era que los piaches se daban el gusto de
tener hasta un dominio más allá de los propios caciques; aunque los caciques
tenian toda una autoridad en muchas comarcas de rancherías. Toda esta situacion
la vivían en pleno tiempo de los seco, del verano. A veces se sentían fatigados
por aquellos grandes calores que le penetraban en los tuétanos de sus cuerpos.
Aquellos cuerpos semidesnudos, aquellos cuerpos que apenas tenian una enaguas
que les tapaba, el trasero y la parte delantera de las partes intimas, lo mismo
se podían decir de las mujeres, menos de los niños que no usaban nada y
solamente andaban como Dios los trajo al mundo, apenas cuando comenzaba el plumeo
de aquellos genitales era cuando se colocaban taparrabos. De igual manera
aquellas mujeres andaban con las tetas afuera, al aire libre y a la mirada sin
malicia de todos aquellos hombres que se desplazaban por cualquier zona, en
ello no habia situacion morales, por supuesto que habian algunos argumentos
morales, pero no era moral occidental, ni mucho menos moral cristiana o moral
musulmán o moral judía. Habia toda inocencia supina, una inocencia que rayaba
en la ignorancia, una inocencia sin tabúes. Por supuesto que los aborígenes
tenian muchos tabúes, pero que a la final eran tabúes decorosos y muy validos
para su condición de poca monta en conocimientos filosóficos, antropológicos o
tal vez sicológicos. Aquellos hombres eran temerosos muchas veces del verano,
porque se les podía pasar el tiempo de la siembra y ellos estaban muy pendiente
de sembrar algunos tubérculos o algunos granos que le servían de grandes
alimentaciones como era, el maíz, la yuca, la sandia, la auyama, la
hierbabuena, el ají, el chirel, la sandia, el cundiamor, la fregosa, el pasote,
la guayaba aunque esta es una fruta sabanera, de igual manera la guanábana ,
sin embargo aquellos aborígenes que habian penetrado este escenario tenian en
su haber sembrar este tipo de frutas tropicales. Ellos de alguna manera comían
el guácimo, el caruto; aunque ciertos animales comían este tipo de frutas
tambien los venados, los chiguires, los monos, los araguatas, hacían de la suya
como un postre, Ante aquel verano malcriado por los rayos solares se avecinaba
el invierno, un invierno que comenzaba en la mitad del mes de octubre, pero
para el aborigen no habia meses. Apenas los tiempos los vivían por estaciones.
Decían meses de veranos o dias de veranos o dias de inviernos. En esto ellos
estaban muy claros. Eso de los meses se vino a instalar cuando la bota española
se instalo en toda la territoriedad de América, o lo que se llamo el continente
del bollo amarrado. Bollo amarado porque cuando usted observa aquel mapa se
podrá dar cuenta que es un bollo amarado. Un continente del maíz como su
producto básico. Es el continente del hombre del maíz, pero tambien el continente
del hombre de la yuca. Alli galopa aquel hombre de la Meseta, turbia es su
mente, ágil sus brazos para preparase por aquella estación que se acerca con
ciertos chubascos de agua, desde el cielo se ven estallido de candelas que se
desploman sobre la faz de aquel territorio, el estruendo que hacen coloca en
aprieto a muchos animales que buscan un escondite, los pájaros, vuelas, los
cuadrúpedos que están muy cerca de aquellos rayos huyen despavorido ante aquel
estruendoso rayos que se salpican sobre
aquellas nubes que comienzan a ponerse negra como la oscuridad de la noche.
Viento arremolinados comienzan a cuerear a aquellos arboles que apenas están
saliendo de la radiante estación de verano. Fuerte son, que comienzan a
derribar aquellos pobres arboles que han tenido la dicha de aguantar aquellos 6
meses de veranos. Algunos bohíos que fueron mal construidos son sacudidos por
aquellas ventoleras que en aquellos tiempos se hacían más fuertes, aunque las
arboledas podían ser trincheras para aplacar aquellos gigantes vientos
desplazándose hasta 150 kilómetros por horas. Sacudidas vienen y sacudidas van
y asi se va pernoctando cada invierno, cada chubasco con estruendos relámpagos
que se cimbrean sobre aquellos
escenarios que huelen a sabana terrosa.
El detalle es muy diferente a cuando es invierno que comienza a germinar
cuanta semilla que se ha incrustado en
aquellas tierras macilentas adornadas por las pizcas de los arboles que se
habian trenzado sobre aquellos inhóspitos tablados de tierras duras, arenosas
pero tambien gredosa. Porque asi es, que aquellos proscenios ambientes donde esta la
petra ranchería de los palenques de la Meseta se mofa de una apertura
inconmensurable con el invierno. El invierno comienza a movilizar cuanto ser
vivo se desplaza en aquel plató de
tierras buena para cualquier ser vivo. Ello habia permitido que los palenques
que se habian desplazado desde el Pao, logran un ambiente afable para su vivencia y su estadía. El
solapado invierno esperado por aquellos guerreros de la vida, hacia su efecto
sobre cada uno de ellos, por una parte esperaban esta temporada para amilanar
sus sed de agua y asi encontrar en cualquier sitio una vena de agua que le
sirviera para su alimentacion, para la bebida, y tambien para lavar algunos
corotos que en su menudencia tenian. Se espigaba todo un alboroto en aquel
inhóspito lugar que iba cuajando vida, porque alli donde hay agua, hay vida. El
troquelado ambiente estaba en un vivaz ritmo que daba apertura a una vegetación
más verdosa color aceituna y tambien a un color manzana. He alli el movimiento
de animales volando chillando y comiendo aquellos pastizales verdecitos que
solamente el agua repara. Alli el grillo saltando sobre aquellos arboles pero
tambien sobre aquellos pastizales que comenzaban a reverdecer en aquella
solapada zona, he alli los sapos y las ranas, brincoteando de un lugar a otro y
buscando aquellos riachuelos y lagunas naturales que se habian formado con las
lluvias y los tiempos precarios de la soledad terráquea pero tremando aguaceros
habian abierto canjilones y habian cuarteado la tierras en algunas estepas
bajas y asi fueron formando aquellos acantilados de aguas donde el croar de
animales como la rana y los sapos hacían de la suya cuando los inviernos eran
los águilas de aquellas sementeras bordeadas de palos de aguas que como liquido
hacían vida. He alli el tigre, la pantera, el león buscando refugio para
guarecerse de aquellos tremendos aguaceros que le torcían la bravura a aquellos animales que se presentaban como
fierras indómitas sobre aquellos pantanales de aguas que se colaban en aquellas
tierras semiarenosas, pero muchas de ellas llenas de médanos y tambien de greda
en la parte de los cerros. Estas bestias agiles se sentían acorraladas con los
inviernos, a veces eran tan fuertes los inviernos que aquellas fierras se
sentían acorraladas y trataban en algunas parte monear palos, sobre todo el
tigre. Claro que el león no lo iba a hacer, ya que el león no tiene esas
cualidades como para hacer tal cometido, sin embargo trataban de guarecerse en
parte que estuvieran un poco llenas de matas y tuviera poco agua. De igual
manera la pantera que en cierta a manera era más agilísima que los dos
primeros. Las panteras salvajes pernoctaban a veces en los quiebrahachos y
algunas matas que le fueran mas bajas. Asi vivían estas fieras en tiempos de
aguas. Aguas frías que le hacían temblar los cuerpos, porque cuando se
empecinaban a aquellos aguaceros eran a veces para amanecer. De igual manera se
presentaban tipos de lluvias chinchineadas, aguaceros que eran serenos, sin
ligerezas de aguas recias, sino aguas goteadas, pero permanentes. Aquellos aguaceros asentaban el polvo provocando
olores a tierras mojadas, pero cuando los aguaceros eran continuos la tierra
dejaba de oler a tierras mojada, pero lo
que eran las recuas de los aborígenes se volvían corrientes de aguas perforando
la superficie y abriendo canjilones que luego iban abriendo con el tiempo
pequeñas quebradas. La naturaleza es fregada y ella hace lo que quiere, nadie
obliga a la naturaleza a tal o cual dirección debe tomar. Por eso, los
aborígenes de estos lugares eran fieles obediente de los procederes de la
naturaleza. Ellos se pavoneaban de ella, pero ella, en muchas oportunidades les
sembraba el pánico, el desconsuelo, la tristeza, el terror y hasta la
maldición. Alli en su lenguaje, en sus pensamientos, en sus instintos alguna
cosas le decían, y no eran cosas absolutamente benévolas. Lo que eran los meses
de agosto y septiembre las lluvias arreciaban y la naturaleza se ponía
demasiado verde. El crujir de los animales voladores, de los terrestres, de los
acuáticos estaba en una constante zozobra. Por su supuesto que esto los
mantenia álgidos, erizados, trémulos, y hasta alegres. Sin embargo, tenian que
estar rísperos antes los vaivenes de aquellos chaparrones de aguas que se
serpenteaban sobre aquellos morichales,
aquellos bosques, aquellas montañas intrincadas, aquellas parcelas de llanos,
aquellas mesas, aquellos bosques nutridos de todo tipo de plantas. El bramido
del caimán, el grito de los pericos, el alarido del gavilán maceteaban aquel
espacio que sin sus algarabías de gritos seria un montarascal en puro silencio.
La naturaleza habla, grita y expresa todo a traves de sus seres que la
conforman, es la sinfonía, y el canto que le ofrecen a un planeta que es
misterio en el vendaval del infinito. Por eso aquella medianía que se solía
ofrecer en el rango de la lluvia y el verano era para un momento alegrías entre
los aborígenes ya que ellos habian
ofrecido su cuerpo y su alma en esta
estoica naturaleza que cada día repetía y repetía las gallardas estaciones para
mantener el equilibrio tanto de los vegetales como de los animales, pero que
ahora tenia un nuevo huésped: el hombre aborigen.
El Dunare Hace la Vida
La
majestad del tiempo va atendiendo las siluetas sabaneras que se yerguen sobre
aquellos inhóspitos gritos que tienen aquellos tinglados horizontes huaqueados
por las sonrisa de la selva, pero tambien apretujado por los laberintos de una
naturaleza que esta inquieta. Alli en
aquel escenario se pavonea una hilera de agua que corre de sur a norte y con el
tiempo desde hace miles de años de agua ha ido alimentando millares de animales
que se entrecruzan en aquellos bosques, en aquellas heráldicas mesetas,
sabanales, bisques, “matas” silueteadas por la agonía de la vida. Si bien es
cierto que habia cubierto una esperanza para la vegetación mas cerca a él,
tambien habia abierto una esperanza para cuanto animal se acercara a él para
saciar su indolente sed que se persignaban en tiempo de verano. Alli estaba
tendido bajo el sol, bajo las estrellas, alli estaba tendido sobre aquellos
arenales, sobre aquellas brozas y tierras que le permitan nacer, pero morir en
el norte cuando la ancha mar del Caribe lo toma en sus brazos y en su seno y le da la bendición como una
madre cuando tiene miles de hijos que la alimentan por aquel vital ciclo hidrológico.
Alli clama la llegada con millares de
litros de agua dulce bajando en un recorrido silencioso, pero seguro que alli
va a morir con aquellas olas de agua arremolinadas que se van surtiendo a lo
largo de aquel camino aventajado por muchas hoyas hidrológicas que se adelantan
en aquel vendaval de agua caído del cielo, porque no es de otra manera que se
mantiene, sino con lo que cae de arriba
y alli forma aquella turbia aguas rebobinadas por las fuerzas físicas que tiene
la propia naturaleza. Insolente es la venida de aquellas tempestades de aguas
iracundias, recias que flotan sobre
aquel cajon que ha merecido llamársele dios. Es el dios del agua para aquella
raza que iracunda siembra vidas en aquel turbulento escenario. Alli posa una
vida que ellos llevan, porque tambien el agua es vida, y sin agua no son nada.
Han tenido otros dioses al recorrer de sur a norte aquellos silenciosos tramos
de montes y selvas que loes tenian en su frente, en su pecho. Ellos fueron avanzando
con este dios de la vida, cuando en tiempo de verano el cajon iba bajando y
esto permitía que aquella raza indómita que huele a selva se fuera integrando
en aquella vegetación que tupida no era fácil, para su penetración, sin embargo,
la ventana abierta de aquel dios, permitía a traves de curiaras, canoas ir
penetrando poco a poco aquel silencioso espacio cuando el día de un sol
caliente y a mediodía permitía ver aquel horizonte pleno para ir deslizándose
con mucha serenidad entre peces, caimanes, y lagartijas que se abombaban sobre aquellas siluetas de aguas
plenas . Alli iba Guatoco rumbo hacia un mistérico escenario en el cual nadie
habia penetrado. Alli iba `poco a poco en aquel silencio que tremolaba lo mas
profundo de su corazón, sus manos puestas en el canalete de aquella curiara iba
envalentonando sus brazos, estaba presto que algún tigre, o alguna pantera le
cayera encima. El instinto se había hecho eco ante el olfato de cualquier fiera. El
desnudo chapaleo calcaba las airosas aguas que se vaticinaban lentas porque era
tiempo de verano. Un enjambre de garzas blancas surcaba aquellos cielos petrificados de nubes
blancas y azules que se pavoneaban sobre aquel pretil silencioso de una vida
que comenzaban a trajinar a aquellas aguas dulce que solo el apetito del hombre,
y ciertos animales pueden probarlas. Los
animales no todos son de aguas saladas, la mayor parte de la naturaleza vive
del agua dulce, las plantas, los animales y tambien los seres humanos. Era un
momento impávido para aquellos seres que deambulaban por aquellas aguas para
saber que habia mas allá de la mirada serpentina de un ojo que no se contentaba
con lo que habia visto. El engranaje de la vida cotidiana y lo mistérico lo
llevaban a penetrar aquellos sólidos horizonte que solamente por las aguas
crecidas y tambien aquellas que corrían en verano era posible penetrar
cualquier horizonte que fuera desconocido. Solo existía el riesgo para penetrar
y no quedarse alli achantado con lo conocido. Guatoco habia penetrado y un solo día no podía
arriesgar su existencia, cuando le entraba algún pavor volvía de nuevo a su
ranchería y alli creaba una tertulia con aquellos aborígenes mas allegado. Sin
embargo, la existencia no se bloqueaba, el iba a emprender un nuevo un viaje y asi poder logar algunos kilómetros
de penetración por aquel horizonte que le motivaba a escudriñar sus senderos y
saber que habia más allá de sui mirada cotidiana. Guatoco era un indio
corpulento, un indio cuatriborleado que se fajaba con cualquiera que lo
amenazase. No tenia escrúpulos para
matar a cualquiera, era un indio que se había mantenido en luchas
cotidianas con cualquier fiera y eso de alguna manera lo hacía fuerte y diestro
para cualquier evento.
Continuas en una segunda parte.....
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